La Generación Z, aquella que engloba a los jóvenes que nacieron entre mediados de los 90 y principios de los 2000, ha traído esperanza al atletismo español, que poco a poco iba perdiendo a sus grandes referentes, ya con dilatadas carreras deportivas. Un ejemplo claro es el de Ruth Beitia, que cerraba una vida dedicada al salto de altura en Londres 2017, después de hacernos vibrar con su oro olímpico en Río de Janeiro. Aunque parecía difícil llenar el vacío de tantos, la pujanza de un grupo en el que ni siquiera todos han cumplido la mayoría de edad ha elevado la expectativa ante unos atletas que ya desembarcan en la categoría absoluta, y cuya preparación sentará las bases en la manera de entender el desarrollo de los adolescentes a la hora de convertirse en deportistas del máximo nivel europeo y mundial.
Futuros campeones
La sociedad ha cambiado y, con ella, los hábitos y costumbres de los más pequeños, que nacieron bajo el auspicio de Internet. Comprender este proceso y adaptarlo a las necesidades de los nuevos atletas ha sido una de las principales claves para llevar por el camino correcto a grandes talentos como María Vicente o Jaël Bestué.
La primera tiene un palmarés impresionante, como no se conocía dentro del mundo del atletismo a su edad, con los récords nacionales absolutos de pentatlón y heptatlón, y al convertirse en la primera española en superar la barrera de los 6000 puntos al aire libre (6115). Todo ello aderezado en 2019 con una medalla de oro en los europeos sub-20 de Borås, donde firmó una de las actuaciones más memorables en los 800 m, cuya remontada espectacular rebajó un registro que parecía imposible. Y esto con solo 18 años. En cuanto a Jaël, sumó una medalla de bronce en la prueba reina de la velocidad, los 100 metros, y batió una plusmarca que había cumplido 35 primaveras (11:43). Ambas con experiencia en la alta competición (participaron en los campeonatos de Europa de Berlín 2018 y Glasgow 2019), son el mejor ejemplo de lo que desembarca en la categoría absoluta.
Por supuesto, este éxito es fruto del talento y de la calidad de deportistas que, como ellas, despuntan por encima de los demás desde hace años. Sin embargo, el cambio en el proceso que se ha seguido a la hora de captar, desarrollar y pulir a todos estos nuevos diamantes en bruto del atletismo español ha sido fundamental en una generación que rompe moldes, con jóvenes que están preparados para competir sin complejos en los grandes eventos deportivos.
Crisis, la oportunidad
Para llevar a un atleta de categorías inferiores por el camino correcto se deben dar varios factores. La entrada de Ramón Cid en la dirección técnica de la Real Federación Española de Atletismo fue, sin duda, uno de ellos. La crisis económica impactaba de lleno en todas las estructuras deportivas. “Vivíamos una época valle”, explica el explusmarquista nacional de triple salto, que, tras llevar años este sector en la RFEA, pasó a asumir la dirección deportiva en 2013. “De repente, no sé por qué, se multiplicó el número de escuelas de atletismo”, lo que aumentó en gran medida la afluencia de niños a probar. Pienso que porque somos un deporte más barato para los padres”.
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Lo cierto es que esta gran cantidad de jóvenes interesados en la práctica del atletismo creó el caldo de cultivo necesario para que los entrenadores pudieran desarrollar su trabajo y sacar a la luz a los talentos emergentes. Era la primera etapa del proceso, quizás la más importante para reiniciar la mentalidad de los preparadores, que tenían que entender cómo había cambiado la sociedad.
Términos de uso Mateo Cañellas, exmedallista internacional en medio fondo y encargado del programa Desarrollo, Tecnificación y Menores de la RFEA. Ya no valía la idea de que lo que importa desde un primer momento son las marcas y los registros, y que desde pequeños hay que introducir lo antes posible las diversas técnicas que componen el atletismo. “Nosotros jugábamos mucho en la calle y empezábamos a hacer atletismo a los 16 años. Ahora, como no se juega en la calle, los padres llevan a sus hijos a actividades extraescolares y los apuntan a atletismo con seis años. Hay que desarrollar su capacidad motriz a través del juego físico, lo que nosotros hacíamos en la calle”.
“Por muy talentoso que sea un niño a nivel energético, si es mediofondista o muy fuerte, en el caso de un saltador, si no tiene habilidades básicas difícilmente podrá ser eficiente para realizar una buena técnica en su deporte”. Solo una vez superada esta fase se pasaría a conceptos más técnicos del atletismo: “Si en las escuelas empezamos con la técnica sin tener en cuenta todos estos aspectos, estamos matando el futuro del niño”.
Este proceso también necesitaba de cambios en la especialización de los entrenadores que trabajan con los pequeños. “Hay una parte de obrero que construye buenos cimientos, y conforme el atleta va creciendo, se toma el rol clásico de entrenador”, asegura Cañellas. “Además, tiene que ser educador, porque ningún niño triunfa como atleta si no tiene buena cabeza. En esta sociedad todo se quiere rápido, y nadie es bueno desde el principio. Muchos de los grandes talentos deportivos destacan más tarde porque son de desarrollo tardío”.
“Saltarse estas etapas solo da resultados a corto plazo, pero desarrollar a un niño que tiene condiciones físicas y mentales puede llevarle a la alta competición”, mantiene.
Daniel Martí, saltador de altura con un mejor registro de 2,15 m, sabe bien lo que es estar en primera línea con jóvenes atletas. Lleva ocho años como entrenador en el colegio San Patricio (Madrid) a cargo de esa actividad extraescolar. “No buscamos el rendimiento en ningún momento”, explica el también técnico en el CAR de Madrid. “Lo primordial es que lo pasen bien y que aprendan jugando para que luego se enganchen al atletismo y continúen luego en una escuela específica para ello”. Sin embargo, esta etapa no está exenta de problemas para los entrenadores: “El nivel de atención de los jóvenes es cada vez peor, cuesta mucho que sigan un entrenamiento y se cuestiona la utilidad de los métodos”... Tal vez por la necesidad de inmediatez, de ver resultados rápidos.
La paciencia y sus frutos
Fernando Martínez y Ricardo Diéguez saben lo que es trabajar con el talento emergente. Actualmente entrenan en el CAR de Sant Cugat y, tras una vida dedicada a este deporte, han experimentado esta nueva forma de lidiar con los campeones del futuro. Fernando dirige con mimo el camino de María Vicente, además de a un amplio grupo de jóvenes en pruebas combinadas. Ricardo trabaja con Jaël Bestué, y cuenta con uno de los conjuntos más prolíficos y exitosos de la velocidad en nuestro país.
Según ambos, para canalizar el talento que florecía en las escuelas deportivas un aspecto clave ha sido el trabajo en equipo. “Antes se guardaba lo que se sabía, se escondía, se lo quedaba cada uno. Ahora es todo lo contrario”, asegura Ricardo, “hay más comunicación y estamos aprendiendo unos de otros”. Fernando está de acuerdo: “Se colabora más y se compite menos”, y una labor que ayuda a modernizar y adaptar los métodos de entrenamiento a los nuevos tiempos. Posiblemente esta sea la etapa más importante en el desarrollo de un futuro atleta de élite: el entrenador es el eslabón básico y, a la vez, el más oculto de la cadena.
Si él falla, no hay éxito posible, y dentro de ese proceso la paciencia tiene que imperar en los jóvenes, sin dejarse llevar por el afán resultadista que domina en el deporte. “Antes teníamos atletas prometedores y había que buscar rápidamente el rendimiento, para aprovechar el momento antes de que se fueran a otras cosas. Ahora, al menos por mi parte y por parte de muchos otros, se está respetando esa progresión que se hace a ciertas edades”, apunta Diéguez, que lleva más de 35 años como entrenador de velocidad.
“Intentas trabajar, formar, dar los recursos necesarios para que progresen y lleguen a la categoría absoluta en condiciones de rendir al máximo. No creo que lo que hago sea muy diferente de lo que hacen la mayoría de los entrenadores”, opina Martínez.
El sentimiento de pertenecer a un núcleo mayor ha ayudado a los pre- paradores, que no encuentran rédito económico en su labor con los chavales: “Habría que concienciar a organismos, clubes y federaciones autonómicas; el rol de entrenador es muy importante y debería estar mejor remunerado”.
Los entrenadores que intervienen
- Daniel Martí: Saltador de altura, mejor marca personal, 2,15 m. Natural de Monzón, vive en Madrid y compagina su labor como entrenador en el módulo CSD y el atletismo base madrileño.
- Mateo Cañellas: Subcampeón del mundo y campeón de Europa indoor en 1500 m a mediados de los años 90. Hoy es responsable de Desarrollo, Tecnificación y Menores de la RFEA y entrenador en Mallorca.
- Ricardo Diéguez: Licenciado en INEF, desarrolló su carrera como atleta durante los 70 y 80. Como entrenador tiene una experiencia de casi 30 años con atletas. Entrena a Jaël Bestué y Estela García.
- Fernando Martínez: Entrena a un numeroso grupo en combinadas con María Vicente como atleta puntera en el CAR de Sant Cugat. También fue atleta en los 80 y principios de los 90.
- Ramón Cid: Exdirector técnico de la RFEA, donde también fue responsable de saltos. Olímpico en Montreal 1976 y Moscú 1980 en triple salto, y récord de España (16,69 m).
La cabeza es fundamental dentro de un deportista de élite. “El entrenamiento no es solamente físico. Yo siempre digo que en un atleta hay un 70% mental y un 30% físico. En todos estos años me he dado cuenta de que la cabeza es tan importante o más que otros aspectos de la preparación”. Para Ricardo Diéguez la potenciación de este concepto en los atletas jóvenes hace que sean capaces de afrontar los retos que se les pongan por delante, ya no solo en el ámbito deportivo, sino también en su vida. “Tienen que estar en un equilibrio, porque se encuentran en pleno desarrollo personal”. En ese sentido, el atletismo no solamente trata de conseguir deportistas de un nivel máximo, también de formar personas en valores, algo muy útil en los tiempos que corren.
Solo así se explica uno de los aspectos más alabados de estos jóvenes en los grandes campeonatos y los éxitos cosechados. “Adrián Ben, que llegaba al Mundial de Doha con la 35ª marca de los participantes, terminó sexto a sus 21 años”, explica Diéguez. “Desde 2016 he notado una gran diferencia de mentalidad en todos los campeonatos de categorías inferiores a los que he acudido. No tienen complejos, no se arrugan ante nada”, dice Martínez.
Hacia la cima del Everest
“El problema que teníamos es que éramos capaces de llevar 50 atletas a un campeonato, todos con una mínima complicada, pero con muy pocas opciones de medalla. Tenemos mucha gente en el último campamento base del Everest, pero muy pocos que hagan cima”. Es la reflexión de Ramón Cid, encargado durante años de elaborar las selecciones que acudían a las grandes citas veraniegas, donde el rendimiento obtenido no era óptimo. “Del campamento base a la cima tienes que tirar de todo, y estar psicológicamente bien”, y es aquí donde destaca el grueso de jóvenes que se asoman por primera vez a la absoluta.
El camino que los ha llevado a la selección no ha sido fácil y probablemente la competitividad les ha ayudado. “Hemos endurecido las mínimas, y aun así veías que cuanto más se exigía, se obtenían mejores resultados”. Y es que “los atletas cada vez están más formados. No tienen ningún complejo en viajar, hablan idiomas y eso es importante. Ahora llegas pensando que no eres menos que nadie”, prosigue Cid.
La RFEA ha hecho hincapié en todo este tiempo en la necesidad de mejora en cuanto a las actuaciones de los atletas cuando se enfundaban la camiseta del combinado español, “el nuevo sistema de ayudas premia el resultado con la selección española, ya no solo por marca en cualquier competición del año”, aliciente que también ha tomado como un reto la nueva generación, dispuesta a pelear en una época donde la situación presupuestaria no ha sido la mejor.
“Se ha ampliado el presupuesto para actividades, se han hecho concentraciones en mejores sitios y hemos tenido buenos líderes. Ruth ha sido un buen referente. Esto se va retroalimentando y se crea este fenómeno. Actualmente se está compitiendo bien, como en otras épocas históricas”, y es que, “el tener mayor competencia desde estas categorías también los ayuda a mejorar posteriormente. La suma de pequeños matices, a veces, da un resultado más visible. El gran reto que aún tenemos por delante es sacarle punta, tener cuatro o cinco medallistas en un gran campeonato”, concluye Ramón Cid.
Lo que está claro es que la presencia de la generación Z no ha hecho mas que aumentar la ilusión en el combinado nacional, que tras mejorar ostensiblemente en los Mundiales de Doha su actuación en Londres 2017, espera que nombres como María Vicente o Jaël Bestué estén presentes en la gran cita que son los Juegos Olímpicos de Tokio. Allí, a pesar de su juventud, podrían derribar el muro que parecía atenazar a los nuestros en las últimas temporadas. Porque ya están aquí y, sin complejos, han llegado para quedarse.
María Vicente, campeona mundial junior y europea sub-18 y sub-20 en heptatlón edición de noviembre de la revista Runner's World.