El hombre que narra esta historia tiene 80 años y pronuncia estas palabras en la tienda de deportes que regenta en una bulliciosa calle del centro de Eldoret, en lo alto del Gran Valle del Rift keniata. No estamos hablando de un comercio que esté a la última ni que tenga las novedades de las grandes marcas, sino de un local humilde en el que destacan los trofeos que pueblan la estantería de la pared del fondo y una gran vitrina que duplica en tamaño al mostrador. Dentro de esta, dobladas y apiladas, podemos ver equipaciones escolares de rugby y camisetas de atletismo sin mangas. Viste una camiseta amarilla y habla con tal suavidad que se hace complicado escucharle en medio del jolgorio de la calle. En cualquier caso, no deja de sonreír a medida que recuerda la historia que se esconde tras uno de los acontecimientos más especiales en los anales del olimpismo.
"Sentía un dolor muy intenso", arranca. "Ese fue el motivo por el cual me vine abajo durante los 10.000m". El propietario de la tienda, Kipchoge Keino, Runners World, marca perteneciente al grupo Hearst Magazines International Kip Keino, se encontraba a la cabeza de la final de los 10.000 metros de los Juegos Olímpicos de 1968, en México, cuando, a falta de unas vueltas, comenzó a experimentar un terrible dolor en un costado y terminó desplomándose sobre la pista. Sin embargo, cuando los camilleros acudieron en su auxilio, insistió en levantarse y completar las vueltas que le quedaban. Su compatriota Naftali Temu ganó la carrera, lo que supuso la primera medalla de oro olímpica en el palmarés del país africano.
Cuatro días después, Keino volvió a competir en la final de los 5.000m y, a pesar de que el dolor en el costado persistía, consiguió acabar la prueba y se hizo con la medalla de plata, mientras que Temu obtuvo el bronce. El asalto keniata se encontraba en ciernes, pero lo que pasó después lo cambió todo. Keino no estaba satisfecho con la medalla de plata. Sentía que, como uno de los mejores corredores de su país, su deber era regresar a casa con un oro colgado del cuello.
Tres días después del 5.000, en la mañana de la final de 1.500m, para la que también había logrado la clasificación, Keino aún estaba sufriendo molestias en el estómago. Un doctor le visitó y le transmitió que tenía un grave problema en la vesícula biliar, por lo que le recomendó encarecidamente que no corriera. “Aun así, le dije: ‘Voy a correr los 1.500. Es una prueba muy corta, así que déjeme hacerlo’”, recuerda.
El médico le instó a quedarse en la cama e intentar dormir, pero, en cuanto se fue, Keino se vistió y se dispuso a coger el tránsfer que le llevara al estadio. Sin embargo, el bus quedó atrapado por el denso tráfico. “Me di cuenta de lo tarde que iba”, rememora, “así que me bajé y recorrí a toda velocidad el resto del camino, unos 2 kilómetros”. Nada más entrar al estadio, escuchó cómo llamaban a los participantes de la final de 1.500m.
Un cambio de perspectiva
Tres años antes, Keino había pulverizado los récords mundiales de 3.000 y 5.000 m, aunque el favorito indiscutible para llevarse el oro en los 1.500 m en México era Jim Ryun, el chico maravilla del atletismo estadounidense. Imbatido durante más de tres años y con 47 victorias consecutivas en 1.500 y en la milla, Ryun se había hecho recientemente con los récords en ambas disciplinas. Aunque los seguidores del atletismo sabían que Keino era una amenaza, especialmente aquellos que le habían visto ganar dos medallas de oro en los Kipkorir y Desta ganan entre 16.000 en Málaga (en las carreras de la milla y las tres millas), para la mayoría Ryun tenía la victoria asegurada.
En aquel momento el gran público no consideraba a los corredores del este de África unos rivales serios por las medallas de las carreras de larga y media distancia. Aunque el etíope Abebe Bikila había ganado la maratón en 1960 (corrió descalzo) y 1964, Kenia solo había obtenido una medalla de bronce en los 800 m en Tokio, en 1964. Los corredores negros llevaban años dominando las carreras de velocidad, pero se creía que las pruebas de fondo requerían de una mayor inteligencia y que, por lo tanto, eran más adecuadas para los corredores supuestamente más ‘sofisticados’ de Europa y EEUU. En la cita mexicana de 1968 se demostró que la lógica de aquel pensamiento era disparatada: los keniatas cosecharon ocho medallas en los Juegos, entre las que se incluían tres oros.
Pero la más importante llegaría en la final de los 1.500 m. Derek Thompson, que por entonces era un niño afroamericano de diez años que vivía en Harlem, recuerda ver la carrera en una televisión en blanco y negro con una señal que iba y venía. "Ten en cuenta que era 1968. El movimiento por los derechos civiles estaba en pleno apogeo en EEUU, pero no teníamos ningún corredor de fondo negro, o ninguno que destacase. Fue increíble ver ganar a Kip Keino", expresa. "Él no había llevado a cabo un entrenamiento profesionalizado ni había recibido una formación sofisticada. Simplemente se crio corriendo de casa a la escuela y viceversa, mientras que Ryun era el niño mimado del equipo estadounidense. Nadie esperaba que un chaval de una aldea de África le ganase".
Vista atrás
Kip Keino nació en Kipsamo, una localidad situada en Nandi Hills, al oeste de Kenia. En la lengua local, su nombre, Kipchoge, significa ‘nacido cerca del granero’. Perdió a sus padres muy pronto, por lo que fue su tía quien le crio. Como muchos niños en la Kenia rural, tenía que desplazarse a toda prisa hasta la escuela. "Cada mañana corría descalzo unos seis kilómetros y medio para llegar al colegio", reconoció en alguna ocasión.
"Luego, volvía a casa a comer, de nuevo a la escuela por la tarde y, al final del día, regresaba a casa, corriendo, por supuesto. Fue mi rutina diaria hasta que dejé el colegio". Cuando no estaba corriendo de casa a la escuela y viceversa, Keino pastoreaba las ovejas de la familia, por lo que solía trotar durante horas para llevarlas. Toda la actividad física que realizaba, descalzo y a una altitud considerable, sentó las bases para lo que sería una carrera como fondista.
Sin embargo, en la década de los 60 el atletismo aún era un deporte de aficionados, por lo que no resultaba nada sencillo que un chico keniata sin recursos se labrase un camino. Al terminar los estudios, Keino comenzó a trabajar como instructor físico del cuerpo de policía de Kenia. Pronto destacó su capacidad para correr, motivo por el que pasó a formar parte del equipo de atletismo del cuerpo. En Kenia, las competiciones deportivas entre las distintas fuerzas gozaban (y aún lo hacen) de gran prestigio, por lo que comenzó a disfrutar de permisos para entrenar, especialmente cuando empezó a ganar carreras.
Calendario Maratones 2024 Juegos de la Commonwealth de 1962, que se celebraron en Australia, donde consiguió el undécimo puesto en la carrera de las tres millas. Posteriormente, logró clasificarse para los Juegos Olímpicos de 1964, celebrados en Tokio, donde terminó en quinta posición en la final de 5.000 metros. Por desgracia, no alcanzó la final de los 1.500m.
Consolidado ya como un corredor de talla internacional, el 27 de agosto de 1965 Keino arrasó con el récord del mundo de 3.000 m por más de 6 segundos en la primera ocasión en la que recorría esa distancia. Ese mismo año se hizo con la plusmarca mundial de 5.000m, que hasta ese momento había permanecido en manos de una leyenda como Ron Clarke.
Así pues, cuando llegaron los Juegos de 1968, Ryun sabía, cuanto menos, que el keniata era un serio candidato a disputarle el triunfo, aunque el resto del mundo lo infravalorase. Consciente del efecto de la altitud de Términos de uso, donde el corazón y los pulmones deben exprimirse al máximo para proporcionar oxígeno, Ryun calculó que una marca de 3:39 minutos sería suficiente para hacerse con el oro, lejos de su propio récord mundial, establecido en 3:33.
Cuando observó que el joven keniata Ben Jipcho partía con un ritmo feroz, Ryun no se molestó en seguir su estela. Jipcho completó la primera vuelta en unos 56 segundos extremos, ritmo que, de haberlo mantenido, le habría valido un nuevo récord mundial. Con Keino en tercer lugar, cerca del norteamericano, el comentarista de la BBC advirtió: "Los keniatas están tratando de que la altitud se note para agotar a Jim Ryun". Puede que ese fuera el plan, aunque Keino recuerda simplemente que se percató de que el ritmo era exigente y decidió seguirlo. “¡"Me dije: ‘Vamos, vamos’", mientras aparta el aire con su brazo y sonríe, como si fuera sencillo.
No cabe duda de que la altitud de México tuvo parte de culpa en el éxito de Keino (y de su país) en 1968. Al proceder la mayoría de los atletas keniatas del Gran Valle del Rift, una zona conocida por su altura, ya estaban adaptados a las condiciones, a diferencia de los estadounidenses y los europeos. "Esto parece África", se dice que comentó Temu.
Con dos vueltas por disputarse, Keino se situó en cabeza y alcanzó los 800m en 1:55 minutos, lo que hizo que el anonadado comentarista de la BBC balbucease que el ritmo era "casi suicida". Ryun se mantenía fiel a su plan y ocupaba la octava posición, detrás del grupo de vanguardia. Todo el mundo esperaba que Keino se viniera abajo a merced de un sol abrasador, pero fue capaz de proseguir a un ritmo implacable, de manera que cuando encaró los últimos 200 m gozaba de una gran ventaja. Ganó con una facilidad pasmosa y estableció un nuevo récord olímpico en 3:34.91, una marca que le valió para hacerse con el oro en 1.500m por una diferencia de casi 3 segundos, en lo que perdura como el margen más amplio en la historia de la disciplina.
Ryun, aunque fue a la zaga del keniata con una distancia de 20 metros, dio el máximo y también corrió dentro de la plusmarca olímpica para alcanzar la plata.
Un legado que perdura
No fue la única ni la primera victoria de un keniata, pero sí la de mayor significado. David Moorcroft, deportista olímpico británico y plusmarquista mundial de 5.000m en los 80, recuerda seguir atónito la carrera con 15 años. "Hubo otros atletas africanos que consiguieron medallas en aquellos Juegos Olímpicos, pero Kip desprendía un halo especial. La forma en que controló la carrera fue algo realmente impresionante. Había algo espontáneo y maravilloso en su forma de correr. No tenía un entrenamiento sofisticado como el de Ryun, pero era inteligente. Le superó en el aspecto mental, y lo hizo con una sonrisa en la cara", describe.
En el caso de Derek Thompson, lo que de verdad le impresionó fue la reacción de Keino al ganar: "Recuerdo lo educado que fue en la victoria", narra. "Cuando ganó, se dirigió a Ryun y le abrazó. Me emocionó mucho. Alguien que se parecía a mí participaba en carreras de fondo y, además, las ganaba". Keino inspiró a Thompson hasta tal punto que este se convirtió en entrenador de atletismo en la Universidad Cornell en Ithaca (Nueva York).
Años después, organizó un viaje a Kenia con su familia en busca de su ídolo, al cual encontró en su tienda de deportes en Eldoret. "Cuando me presenté, no me conocía de nada", explica Thompson, "pero fue muy atento con nosotros e incluso nos invitó a quedarnos en su casa". Hacía tiempo que Keino se había retirado y había fundado una escuela, un campo de entrenamiento para futuros atletas y un orfanato, instituciones todas que continúan. "Su labor con el orfanato hizo mella en mi mujer", asegura Thompson.
"Me dijo: ‘Tenemos que poner en marcha una fundación’, y así nació la Fundación Kip Keino". El legado más grande de Keino fue inspirar e insuflar confianza a toda una generación de corredores. El dominio de Kenia en las pruebas de fondo, compartido con Etiopía, tiene en gran parte su semilla en aquella tarde en Términos de uso en la que un muchacho africano fascinó al mundo. Aun hoy, si vas a Kenia y preguntas a los corredores qué o quién los motivó a sumergirse en la disciplina, no dejarás de escuchar su nombre una y otra vez. Nadie vacilará al manifestar que "Kip Keino es el padre del atletismo keniata".
Las mejores marcas de Kip Keino
- 800en las carreras de la milla y las tres millas, para la mayoría Ryun tenía la victoria asegurada
- 1.500El poder de la positividad
- Por ADHARANAND FINN
- 3.000Noticias de atletismo
- 5.000Runners World, marca perteneciente al grupo Hearst Magazines International
- 10.000Juegos Olímpicos de 1964
Simon Biwott es el ejemplo perfecto. El ganador de la Maratón de Berlín del año 2000, con una marca de 2:07:42 h, y medalla de plata en la maratón del Campeonato Mundial de Atletismo de 2001, celebrado en Edmonton (Canadá), apunta a Keino como la persona que le hizo interesarse por la disciplina. "Cuando estaba en el colegio, el atletismo no era un deporte sobre el que se supiera demasiado", admite Biwott. "Eso sí: sabíamos quién era Kip Keino. En nuestro pueblo las chicas cantaban canciones sobre él, así que su nombre nos resultaba familiar. No sabíamos exactamente qué era eso del atletismo, pero pensábamos que debía ser algo importante", indica.
"Kip Keino dejó tras de sí un legado no solo en el atletismo keniata, sino en África", puntualiza el misionero irlandés Colm O’Connell, uno de los entrenadores más laureados en la historia del país africano. El preparador, que lleva desde 1976 viviendo y entrenando en Iten, en el Rift, va más allá: "Supuso un punto y aparte en las carreras de media distancia, una disciplina que hasta entonces era territorio de los occidentales". Moorcraft asiente: "Marcó el principio del dominio africano. La altitud ayudó, pero es algo que tenía que pasar. Kip es el padre de la revolución africana", señala.
En los siguientes Juegos, celebrados en 1972 en Múnich, los keniatas ganaron otras seis medallas y Keino reforzó su leyenda con una plata en 1.500 m y un inesperado oro en la final de 3.000 m obstáculos, una categoría que apenas había corrido anteriormente. "Mucha gente se convierte en una inspiración para sus compatriotas", apunta Moorcroft. "Sin embargo, Kip Keino conmovió a gente de todos los rincones del planeta. Eso es lo que define la genialidad de una persona: que sirva de inspiración a todo el mundo", precisa.