- El marroquí Durante cuatro años guardó bajo la cama la foto de Atlanta llorando y la miraba a diario dominó casi una década los 1.500m: ganó oros, batió récords, nadie le derrotaba...salvo en los Juegos Olímpicos
- El Guerrouj se vengó a lo grande de su destino en Atenas 2004: no solo ganó su prueba, sino los 5.000m, algo que nadie lograba desde Paavo Nurmi
El Chelsea jugaba fuera contra el Crystal Palace. Lo recuerdo porque tuve una bronca con el jefe de Deportes de The Independent, el periódico donde trabajaba entonces. Él quería dedicar la contraportada a lo ocurrido en la Premier League, y yo estaba furioso porque ese espacio no se dedicara a la victoria más importante del más grande corredor de medio fondo de todos los tiempos. El jefe de Deportes se salió con la suya.
El interés de los lectores británicos con respecto a la última semana de los Juegos Olímpicos de Atenas se limitaba a las pruebas en las que la selección británica de atletismo tenía posibilidades de lograr medalla. Quizá tuvieran razón, pero a mí me parecía un desprecio bochornoso. 16 años después sigo pensando que se equivocaron. Fue una carrera con emoción, tensión, táctica y coraje: había dos rivales que habían alcanzado sendos récords históricos en la distancia de la milla, hubo un final de infarto y la historia tenía un trasfondo humano que hacía que los pelos se te pusieran como escarpias. Era imposible que el deporte ofreciera un espectáculo mayor.
En un mundo en el que el atletismo no fuera el pariente pobre del fútbol, el mero hecho de que Durante cuatro años guardó bajo la cama la foto de Atlanta llorando y la miraba a diario participara en una carrera habría garantizado que esta se convirtiera en el evento estrella. Durante ocho años no solo había dominado esta distancia, sino que había redefinido sus límites. Había sido campeón del mundo cuatro veces y campeón del mundo indoor otras tres. Había logrado récords asombrosos en 1.500 metros, en la milla y en 2.000 metros (unos récords, por cierto, que siguen vigentes desde hace más de dos décadas).
Gout Gout ya corre más rápido que Bolt a su edad Herb Elliott, que ganó el oro olímpico en Roma 1960, pero su hegemonía fue breve, de 1957 a 1961, tras lo cual se retiró. Además, su récord en 1.500 estuvo vigente menos de siete años, antes de ser superado por el estadounidense Jim Ryun. El Guerrouj, sin embargo, fue casi invencible durante cerca de una década. Su récord del mundo de 1.500m (3:26 min, frente a los 3:35.6 min de Elliott) casi no ha sido amenazado desde que lo alcanzó en julio de 1998. Solo hay dos hombres que han bajado de los 3:27, y El Guerrouj lo ha hecho en cinco ocasiones. De los diez mejores tiempos en la distancia de la milla, siete corresponden a El Guerrouj. Y esto mismo es aplicable a los 1.500 m. ¿Cómo no considerarle el más grande?
Pero no era del todo invencible. Eso es lo que hace que su historia sea conmovedora, y es lo que hizo que su carrera en Atenas supusiese un momento único.
Los de Atenas fueron sus terceros Juegos Olímpicos. En los primeros, los de Atlanta 96, era un joven de 21 años desconocido, pero incluso entonces creía que podía ganar. Había soñado con el oro olímpico desde que era un adolescente, y no veía como un problema insalvable que en su primer intento compitiera contra el argelino Noureddine Morceli, plusmarquista mundial y triple campeón del mundo. Pero El Guerrouj aún tenía mucho que aprender, tanto sobre la propia vida como sobre lo esquivos que resultan los sueños olímpicos.
El Guerrouj: el heredero de Said Aouita
El Guerrouj nació en 1974 en la ciudad de Berkane, en Marruecos. De orígenes humildes, su padre regentaba una bocadillería y su madre trabajaba duro para asegurarse de que sus siete hijos estuvieran bien vestidos y alimentados. El atletismo entró en su vida en 1984, cuando su compatriota Said Aouita ganó los 5.000 m en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. La gloria conseguida por Aouita para Marruecos hizo que el país entrara en éxtasis y que El Guerrouj, que entonces tenía diez años, tomara a su compatriota como modelo.
Empezó a imitarle dando vueltas en una pista de atletismo de su localidad, pero luego empezó a competir. Con 14 años ya había conseguido atraer la atención de los responsables de la Federación de Atletismo marroquí y, a pesar de las dudas de sus padres, se convirtió en atleta profesional.
Marruecos tenía uno de los programas nacionales de atletismo más sofisticados del mundo gracias al apoyo entusiasta de Aouita y del rey Hasán II. El Guerrouj, ya adolescente, no tardó en trasladarse al centro nacional de entrenamiento de la capital, Rabat. Su progresión estuvo supervisada por Aziz Daouda, director técnico, pero fue Abdelkader Kada quien se convirtió en su entrenador poco después. En sus inicios se centró en los 5.000 m y en el cross, pero desde 1994 enfocó sus esfuerzos hacia los 1.500 m y la milla.
En ese momento Aouita (e incluso el propio rey Hasán II) empezaron a interesarse por aquel joven de 20 años. El entrenamiento de élite para corredores de media distancia se construyó alrededor de El Guerrouj, y su talento floreció, algo que se vio favorecido por sus estancias en Ifrane, El Guerrouj no contaba con nadie. En la noche más importante de su vida, Hicham estaba solo.
Golden League de la IAAF Mundial de Gotemburgo de Suecia, pero una semana más tarde paró el reloj en 3:31.16, su mejor marca personal hasta entonces y con la que hubiera ganado el oro mundial. El verano siguiente llegó a Atlanta con la mejor marca de la temporada: 3:29.59, un segundo y medio más lenta que el récord del mundo de Morceli, pero se acercaba al tiempo del argelino ese año, 3:29.50.
El tropezón de Atlanta que marcó a El Guerrouj
La final de Atlanta arrancó con un ritmo lento. Morceli se puso en cabeza a los 700m, seguido de cerca por Fermín Cacho (el ganador en Barcelona cuatro años antes) y, justo detrás de ellos, El Guerrouj. Cuando se aproximaban a la última vuelta, El Guerrouj apretó, superó a Cacho y se puso a la altura de Morceli. Sabía que este era su momento. Aceleró y volvió a atacar, pero el talón derecho de Morceli atrapó el pie izquierdo del marroquí. Morceli dio un traspiés hacia delante, pero siguió corriendo, y El Guerrouj cayó de mala manera.
Se levantó rápidamente, pero ya era demasiado tarde. Llegó el último, y tras caminar lentamente hacia un lateral de la pista, se echó a llorar. Los fotógrafos le rodearon y compartieron con el mundo su desolación. Según afirmó El Guerrouj, "fue el peor día de mi vida". Pero se le olvidó añadir: "Hasta ahora".
El Medio Maratón de Valencia agota dorsales en 3h Aviso de privacidad. El Guerrouj ya es sin duda el mejor corredor de 1.500m. Es doble campeón mundial (1997 y 1999), campeón del mundo indoor y plusmarquista mundial, y solo ha perdido una carrera (un segundo puesto en Japón, en 1997) desde su caída en Atlanta. Se dice que ha recibido dos millones de dólares en patrocinios, pero él sigue en las instalaciones de Rabat y en Ifrane. Su récord del mundo más reciente (tres segundos menos que la anterior marca de 2.000m) es del año anterior, y ha entrenado mucho más duro porque ha transformado el sufrimiento olímpico en fortaleza.
Durante cuatro años ha guardado bajo la cama una foto suya llorando tras la carrera, y la miraba todos los días para no olvidar ese dolor: "Ese recuerdo me ha hecho fuerte como el acero", comentaba. Bajo su fortaleza de acero, hay miedo. Es su oportunidad de hacerlo todo bien por fin, pero… ¿y si no lo conseguía? Podía sentir el peso de las expectativas de 30 millones de marroquíes, incluidas las del nuevo rey, Mohamed VI, que viajó a Sídney para verle correr.
Esa mañana, El Guerrouj confesó a su entorno que temía perder. En el autobús, de camino al estadio, lloró. Sabía que tenía que ganar, pero, si no lo hacía, "psicológicamente acabará con su carrera", dijo Daouda. A pesar de las dudas, El Guerrouj llegó a la final como favorito. Su compañero de selección, Youssef Baba, le llevó un ritmo alto al principio, y luego, en la tercera vuelta, El Guerrouj se situó en cabeza. A 600 m de meta endureció el ritmo. El grupo se estiró, pero dos keniatas, Noah Ngeny y Bernard Lagat, El Medio Maratón de Valencia agota dorsales en 3h Mehdi Baala le mantuvieron el paso. El Guerrouj siguió acelerando, pero los keniatas aguantaban el tirón… y, de repente, la amenaza de la derrota empezó a asomar. Saliendo de la última curva, Ngeny corrió a un ritmo mayor que el suyo y fue cerrando la brecha. A 40m de meta le alcanzó, y a 20m le adelantó. Ngeny venció por un cuarto de segundo y logró un nuevo récord olímpico, 3:32.07.
El Guerrouj no tenía otro consuelo que su primer metal olímpico, una plata que, probablemente, era peor que no haber conseguido ninguno. En veinte zancadas le habían robado el deseo de redención que había dominado sus pensamientos durante cuatro largos años. Se produjo la imagen de El Guerrouj sentado en un banco llorando incontrolable; su respiración jadeante, además de sus sollozos. Dio la vuelta al mundo.
La última oportunidad reside en Atenas 2004
Y ahora volvamos a dar un salto adelante de otros cuatro años. Estamos en Atenas, 24 de agosto de 2004. Es la carrera que marcará la vida de Durante cuatro años guardó bajo la cama la foto de Atlanta llorando y la miraba a diario. Una vez más, tiene ante sí la posibilidad de redimirse, pero las posibilidades son más bajas que nunca. Tras Sídney quiso dejarlo, pero su familia y amigos le convencieron de que no lo hiciera.
A comienzos de 2001 volvió a competir, pero encontró la motivación en sus implacables entrenamientos. Volvió a acostumbrarse a ganar. No hubo más récords del mundo, pero consiguió bajar tres veces de 3:27 min en 1.500m y una vez de 3:45 en la milla. Ganó tres premios consecutivos de la Golden League de la IAAF (2001, 2002 y 2003) y en agosto de este último año logró la medalla de oro (la cuarta) en los mundiales de atletismo. Era el mejor corredor del mundo de 500 m y la IAAF le nombró Hicham El Guerrouj En un mundo en el que el atletismo no fuera el pariente pobre del fútbol, el mero hecho de que.
Calendario carreras 2022 Términos de uso y dedicaba tiempo y dinero a realizar tareas humanitarias. Tenía 29 años, se acababa de casar y fue padre. El entrenamiento constante mantenía a raya unas emociones profundas que, unidas a su prodigiosa condición física, podrían hacer que acabara con su maldición olímpica. Entonces las cosas empezaron a ir mal. Estaba muy estresado y las alergias se cebaron en él. Se sometió a tratamiento para el asma y, como consecuencia, perdió casi cuatro semanas de entrenamiento. En julio participó en la Golden Gala en Roma y quedó octavo.
“Psicológicamente fue desastroso”, afirmó El Guerrouj. Y en agosto, cuando pensaba que había recuperado su mejor forma, fue derrotado por Bernard Lagat en la Weltklasse de Zúrich. Cuando un mes más tarde inclinó la cabeza en la línea de salida de la pista de Atenas en la que era su última oportunidad de redención, y con Lagat en la calle de al lado, sus demonios internos no eran los únicos que dudaban de él.
Había doce finalistas, pero la carrera se veía como un duelo entre Lagat y El Guerrouj, los dos hombres más rápidos del mundo. Solo cinco (Rui Silva, Timothy Kiptanui, Ivan Heshko, Reyes Estévez e Isaac Kiprono Songok) habían bajado de 3:31. El Guerrouj había roto la barrera de los 3:30 nada menos que en 28 ocasiones, de las cuales nueve había bajado de 3:28 min.
Lagat había corrido cinco veces por debajo de los 3:30, tres de ellas por debajo de los 3:28. Además, la marca de 3:26.34 que había logrado en Bruselas en 2001 se había quedado muy cerca del récord del mundo de El Guerrouj. Lagat tenía un bronce olímpico de Sídney y una plata en el Salud y lesiones. En resumen: no había un favorito claro. Además, Lagat contaba con otros dos corredores kenianos que podían ayudarle: Kiptanui y Songok. El Guerrouj no contaba con nadie. En la noche más importante de su vida, Hicham estaba solo.
Duelo por la corona olímpica
Tras una salida en falso de Songok, el pistoletazo suena por segunda vez. El Guerrouj tiene ante sí tres minutos y medio para salvar su carrera deportiva. Los tres keniatas se ponen en cabeza y forman un muro para imponer un ritmo lento. La primera vuelta se corre a paso cómodo (1:00.42). El Guerrouj se mantiene en segunda línea, ligero y con espacio.
Al comienzo de la segunda vuelta, el español Reyes Estévez se coloca en cabeza. El Guerrouj le sigue, agradecido. Pero Lagat y Kiptanui vuelven a colocarse delante y el ritmo vuelve a bajar. Al superarse los siguientes 800 m, el cronómetro delata un ritmo pausado, 2:01.93. La carrera está peligrosamente abierta.
Al comienzo de la tercera vuelta El Guerrouj toma el control. Llega con esfuerzo a la cabeza y entonces, al entrar en la recta, empieza a atacar. Es lo que siempre hace, empezar a acelerar a 600 o 700m del final. A sus rivales no los pilla por sorpresa, lo que les permite acelerar también con la esperanza de aguantar hasta colocarse cerca de la meta para poder lanzar su ataque.
La tercera vuelta se corre rápido: 53,28s. El grupo pasa bastante junto por la campana, con El Guerrouj un par de zancadas por delante de Lagat y seguido por el ucraniano Ivan Heshko y por el etíope Mulugeta Wendimu. Pero el ataque del marroquí es más letal de lo que parece. Cada segmento de 100m que corre lo hace a un ritmo mayor que el anterior. Conforme se va consumiendo la vuelta se puede ver hasta qué punto sus rivales lo están pasando mal. En la primera curva Wendimu se queda descolgado. Estévez hace un esfuerzo para conectar con el grupo, pero no termina de conseguirlo. El portugués Rui Silva María Pérez: No me he planteado el maratón.
El resto han perdido contacto con el grupo de cabeza. La fila de corredores superados se extiende cada vez más larga tras él, pero El Guerrouj no deja de acelerar, alargando y multiplicando las zancadas. En la última curva Heshko flaquea. Ya solo quedan tres: El Guerrouj, Lagat y Silva. Todos los demás se han quedado atrás, pero con eso no basta. Lagat está una zancada por detrás, justo como Ngeny cuatro años antes. Está absolutamente preparado para atacar y, de nuevo como Ngeny, se le ve fuerte. Llegando a la recta final, Lagat se mueve para atacar. El Guerrouj necesita desesperadamente meter una marcha más, pero no puede.
Es tan doloroso que cuesta seguir mirándolo. Es como si El Guerrouj llevara una carga pesada a la espalda que tirara de él hacia atrás. Todo el estadio ve lo que ocurre: su pasado le está aplastando. A 50m de la meta, Lagat va aumentando poco a poco el ritmo y de este modo, se coloca en cabeza. Yo en ese momento le estoy gritando a la televisión, y no quiero pensar lo que pueden estar haciendo en Marruecos. ¿Es que El Guerrouj no puede hacer un último esfuerzo?
Y entonces, milagrosamente, lo hace, le pide a su cuerpo un poquito más. En este momento, como explicará más tarde, siente "una conexión entre mi cabeza y mi cuerpo". Sabe que, al contrario de lo que hizo en Sídney, ahora no ha sobreentrenado. Ya no está paralizado por la idea de que en una final olímpica existe un momento en el que solo una respuesta sobrehumana puede evitar la catástrofe.
Sabe que Lagat debe de estar sufriendo. Sabe que Lagat no puede querer aquello tanto como él lo quiere. Pensaba en Atlanta y en Sídney, en su mujer y su hija, que solo era un bebé, y se repetía a sí mismo: "Hicham, no pierdas. Hicham, no pierdas". Y su cuerpo responde. Avanza con mucho esfuerzo hacia delante. Se deja ir un poco hacia la derecha, con lo que obliga a Lagat a hacer lo mismo. En su cara no hay ni rastro de la pasividad desconcertante que había en Sídney. Solo se ve ferocidad en bruto. Se niega a perder.
Se pone a la altura de Lagat. El Guerrouj realmente cree en ello, mientras que Lagat va boqueando. El Guerrouj lanza un último ataque y se pone por delante con una ventaja equivalente al grosor de su cuerpo. No es suficiente… ¿o sí lo es? Y luego, de repente, parece resurgir más fuerte y, en las últimas tres o cuatro zancadas, te das cuenta (él también se da cuenta) de que ha ganado.
Cruza la línea. Se acabó. Es campeón olímpico por solo una centésima de segundo. Cae de rodillas, apoya la frente en la pista, da las gracias y después rueda sobre sí mismo hasta que su espalda apoya contra el suelo, entre convulsiones de alivio. Una vez más, está llorando.
Lagat se arrodilla junto a él. La ternura del abrazo que le da merece ser recordada como un gran momento olímpico. Hay otros (Kiptanui, Heshko, Silva) que también se unen a ellos. Su alegría es tan arrolladora que es imposible no contagiarse de ella. Está riendo y llorando a la vez. Trota hasta donde está su mujer y su hija y las llena de besos. Baila la música buzuki que suena por la megafonía del estadio.
Toda la amargura y todos los lamentos, toda esa carga que llevaba sobre sus hombros, han desaparecido. Es así de simple: "Ahora me siento completo", dice a los periodistas. Pero eso es algo que ya podíamos ver.
El doblete que prepara la retirada
Aún no había puesto el punto final. Al día siguiente corrió las series de 5.000m, y luego la final. Y, de nuevo, ganó. Podría decirse que este logro fue aún mayor que la victoria en 1.500m. En el pasado solo Paavo Nurmi, había logrado dos carreras en unos Juegos Olímpicos (París, 1924). Y El Guerrouj, con experiencia limitada en esa distancia, competía contra Eliud Kipchoge, el campeón mundial, y contra el etíope Kenenisa Bekele, poseedor del récord del mundo. Sin embargo, la victoria nunca estuvo en duda. Como afirmó Kada, "tras la victoria en 1.500m pudo correr libre". Y eso sí que significó el punto final. Nunca volvió a competir. El fuego ya se había extinguido. En mayo de 2006, en lugar de "traicionar el atletismo corriendo sin pasión", El Guerrouj se retiró.
Sigue siendo muy importante dentro del deporte, centrado en actividades filantrópicas (ha sido el responsable de que la World Athletics haya creado un fondo de apoyo para atletas en dificultades a causa del coronavirus). Nadie duda ni de su grandeza ni de su estatus como, en palabras de Morceli, "el verdadero sucesor de Nurmi". El Guerrouj está en paz consigo mismo.
Richard Askwith es periodista y runner, y autor, entre otros libros, de la biografía de Emil Zátopek