- El neozelandés ganó la plata en Pekín y el bronce en Río en los 1.500m, donde tiene el récord de Oceanía
- Salud y lesiones
- Nick Willis y Mary Cain trabajarán para la marca Tracksmith a cambio de patrocinio
La milla y la posibilidad de romper la barrera de los cuatro minutos fueron un día objeto de toda la atención. Cuando el 6 de mayo de 1954 Roger Bannister bajó por primera vez de esa cifra redonda, las pistas de Iffley Road en Óxford estaban llenas y la BBC retransmitía en directo. Hoy a nadie le sorprende. Casi 70 años después, 1.301 atletas diferentes de todas las épocas y países han corrido los 1.609 metros en menos de 240 segundos.
No es tan habitual el amor y la persistencia del neozelandés Nick Willis por la prueba. El martes en Clermont (Florida, Estados Unidos) corrió otra vez la prueba y ni siquiera ganó, pero se convirtió en protagonista con sus 3:58.63. Por 19º año consecutivo, Willis rebajaba la frontera de los cuatro minutos. Sin interrupción desde 2003. Desde entonces ha corrido en 46 ocasiones por debajo de esa marca. El mediofondista que en abril cumplirá 38 años rebajaba el récord de persistencia de su compatriota John Walker, que lo consiguió 18 años seguidos entre 1973 y 1990.
Willis aún no ha podido quitarle a Walker el récord nacional de Nueva Zelanda. En 2014 se quedó a ocho centésimas en la Dream Mile de Oslo (3:49.83), el mismo escenario en el que el campeón olímpico de 1.500 metros en Montreal 76 corrió en 1982 en 3:49.08, pero Willis ha demostrado ser un hombre rápido tanto en la milla como en el kilómetro y medio. Ahí sí, en 2015 y en Mónaco, batió el récord de Oceanía bajando de tres minutos y medio (3:29.66).
Una solución para todo tipo de carreras
Aún así, la merecida fama de Nick Willis es la de ser un corredor táctico, inteligente, de final poderoso, capaz de aprovechar diferentes tipos de carreras: a buen ritmo como la final olímpica de Pekín 2008, donde ganó la plata (después de la descalificación por dopaje de Rashid Ramzi) marchando 8º a falta de 300 metros y entrando 6º en la última recta o inusualmente lentas como la de Río 2016, donde parecía encerrado junto a la cuerda en la última contrarrecta y tuvo paciencia para encontrar el hueco y volver a brillar al final y atrapar el bronce.
Willis se convirtió en Brasil en el medallista olímpico más veterano en la historia de los 1.500 metros. En los últimos tres años no ha brillado tanto. Desde muy joven vive en Estados Unidos, adonde se fue con una beca para estudiar a la Universidad de Míchigan. Allí se casó, se quedó a vivir y tuvo dos hijas. El año pasado acabó su contrato con Adidas y firmó con la marca Tracksmith un acuerdo novedoso: trabajaría como responsable de experiencia para organizar eventos a cambio de que su contrato no se resintiera si bajaba el rendimiento. Era el camino para seguir soñando con sus quintos Juegos Olímpicos en Tokio al tiempo que entraba progresivamente en el mundo laboral.
Calendario carreras populares Madrid 2023 Ron Warhurst y su pareja Sierra. "Han tenido más confianza en mí que yo mismo, han estado en los peores y mejores momentos. He tenido cuatro cirugías, cinco fracturas por sobrecarga, tirones musculares, tendones tensos e innumerables lesiones menores a lo largo de los años, lo que me hizo querer tirar la toalla, pero ellos me ayudaron con paciencia y amor", ha explicado en Instagram para agradecerles el apoyo necesario para conseguir este "récord aleatorio".
Resurgir del error de Londres 2012
Cuando Willis habla de momentos bajos puede referirse a los Juegos Olímpicos de Londres 2012, donde vivió un momento crítico en el que se planteó dejar el atletismo. Dos meses antes se sentía en el mejor estado de forma de su vida. Terminaba los 400m en 50 segundos. Y se emocionó. "Nos volvimos codiciosos. Cuando las cosas empezaron a ir bien, seguimos adelante porque nos emocionamos", explicaba en 2016 a World Athletics. Corrió en Mónaco en 3:30. Derrochaba la energía que le iba a hacer falta en la capital británica, donde el calendario exigía tres carreras. En la última, la final, notó el desgaste. Terminó 9º, sin fuerzas. "Cuando estás en el lado descendente de la cima, puedes correr una o incluso dos buenas carreras, pero para correr tres, tienes que estar en la curva ascendente. Es uno de los mayores arrepentimientos de mi carrera".
En ese 2012 Willis aprendió la importancia de paciencia y la continuidad. "Solo puedes explorar tus límites absolutos tras dos años de entrenamiento ininterrumpido". Ese, contaba, es uno de sus aprendizajes, lo que le contaría a su yo más joven. Otro es el de no forzar su cuerpo de joven. No importa que no estés siempre centrado en el atletismo a los 16 o 17 años, contaba. Y el último, superar la pereza a correr en cuestas. "Los sprints en cuestas y las carreras largas por colinas te harán más fuerte. No hay que tenerlas miedo".
Ismael Pérez es periodista experto en atletismo y deporte olímpico. Se enganchó en los Juegos Olímpicos en Atenas 2004 y desde entonces es feliz siguiendo competiciones desde la tribuna de prensa, hablando con los deportistas, siguiéndolos en las redes sociales y contando historias, aunque también saliendo con la bicicleta o saltando en un concierto.
Estudió la Licenciatura de Periodismo en la Universidad de Valladolid y tiene un Máster en Periodismo y Comunicación Digital en la EAE Business School de Madrid. Ha vivido en Turín y Roma y ha cubierto actualidad de todo tipo en El Norte de Castilla, El Mundo de Castilla y León, Televisión Castilla y León, Rome Reports y trabajado la comunicación corporativa en Burson Cohn & Wolfe. También ha escrito sobre grandes campeonatos de atletismo en Somos Olímpicos, Vavel o Foroatletismo y ha intervenido en la IAAF Global Running Conference en Lanzhou (China).
Con una trayectoria de más de una década en el oficio, lleva desde 2019 vinculado a Runner's World, Men's Health y Women's Health en Hearst Magazines y escribiendo sobre actualidad del atletismo de competición, carreras populares, triatlón, trail running, olimpismo aunque a veces también le ha tirado al ciclismo, la escalada, la vela, la natación, el tenis, el piragüismo, el judo, el snowboard…o cualquier cosa que tenga hueco en los Juegos Olímpicos (que no Olimpiadas).