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Hay atletas a los que no les distingue su palmarés o sus récords, sino algo más, su impacto en la historia del deporte.
La lista es corta, cortísima.
Y quizá el primer nombre que venga a la cabeza es el de Dick Fosbury, fallecido este domingo de un cáncer linfático a los 76 años, según ha contado este lunes su agente.
Fosbury cambió para siempre la historia del salto de altura al inventar un estilo, el 'Fosbury Flop', el salto de espaldas al listón, que enseñó al mundo el 20 de octubre de 1968 en el mejor escenario posible, en la final de los Juegos Olímpicos de México, los de las maravillas de Jim Hines, Wyomia Tyus y Lee Evans, los del puño en alto de Tommie Smith y John Carlos, los del vuelo sin motor de Bob Beamon, los de los 22 récords mundiales.
Y entre ellos no estuvo el de Fosbury, que nunca en su carrera consiguió superar los 2,28 metros que en 1963 había establecido el soviético Valeri Brummel, aún con rodillo ventral, enfrentando al listón de frente. Con ese viejo estilo el estadounidense Pat Matzdorf aún le subió otro centímetro al récord en 1971, pero el estilo de Fosbury ya era el descubrimiento a seguir, y permanece hasta nuestros días. En los Juegos de Múnich 72, para los que ya no se clasificó, 28 de los 40 participantes lo usaron. Una década después, su uso era incuestionable.
Fosbury, de 21 años, era un tipo flaco y alto, de 1,92m, la fisionomía que luego se impondría en la prueba. Era, también, un tanto solitario. En lugar de ir a la ceremonia inaugural, se cogió una caravana y se fue a ver el atardecer lejos de la capital mejicana.
Cuando llegó la competición, no se le contaba entre los favoritos. Se hablaba del soviético Valentin Gavrilov [bronce, 2,20m] o del estadounidense Ed Caruthers [plata, 2,22m], que había ganado a Fosbury en los selectivos internos, donde éste ya había mostrado su técnica, acogida con extrañeza, pero allí fue superando alturas una tras otra hasta pasar exitoso por 2,24m, el récord olímpico y la que sería su mejor marca de siempre.
Aprovechó, también, los primeros Juegos en los que el foso de arena se cambió por una colchoneta para la caída, ya que de lo contrario se habría dañado la cabeza.
"En la rutina de concentración previa a los saltos emitía unos sonidos rarísimos, mientras se agitaba adelante y atrás, en pleno trance. Los espectadores acudían desde las otras zonas del estadio para disfrutar de aquel excéntrico que no era una broma. '¡Ándele, gringo!', le gritaban en cada intento", recordaba hace unos años, en El País, Luis Garriga, el español que terminó 11º en aquella final y después fue alcalde de Borja, en Zaragoza.
Fosbury, que había nacido en Portland, en Oregon, cuna de gran atletismo, en 1947, inventó su estilo como un arma con el que defenderse en una prueba que no se le daba bien, y lo hizo contra todo y contra todos. Empezó a desarrollarlo a los 16 años, cuando estudiaba secundaria en la North Medford High School y mostraba ya una gran habilidad para las ciencias, bastante antes de licenciarse en Ingeniería Civil. Calculó que el centro de gravedad del cuerpo quedaría por debajo del listón y requeriría menos potencia en el salto.
En el instituto, en sus primeras pruebas, todos se reían de él, lo consideraban un excéntrico, un tipo que quería llamar la atención. Ni siquiera su entrenador, Berny Wagner, lo veía claro, y solo cuando llegó a 2,08m, ya en la universidad, le animó a seguir hacia adelante con el estilo de espaldas. "La popularidad que adquirió mi estilo es un premio maravilloso porque al principio tuve que aguantar que no le gustara a nadie", recordó con los años Fosbury, en su biografía 'The Wizard of Foz', de Bob Welch, publicada 50 años después de su gesta.
"Siempre he asociado lo que viví aquella tarde en el estadio Olímpico de México con un comentario que, años después y referido a otras cuestiones, le escuché al publicista Lluis Bassats: '¿Se imagina un producto que no solo sea novedoso, sino que acabe con la competencia de un plumazo?'. Ese producto ha existido y lo vi frente a mí durante más de tres horas. Se llamaba Dick Fosbury", resume Garriga.
Ismael Pérez es periodista experto en atletismo y deporte olímpico. Se enganchó en los Juegos Olímpicos en Atenas 2004 y desde entonces es feliz siguiendo competiciones desde la tribuna de prensa, hablando con los deportistas, siguiéndolos en las redes sociales y contando historias, aunque también saliendo con la bicicleta o saltando en un concierto.
Estudió la Licenciatura de Periodismo en la Universidad de Valladolid y tiene un Máster en Periodismo y Comunicación Digital en la EAE Business School de Madrid. Ha vivido en Turín y Roma y ha cubierto actualidad de todo tipo en El Norte de Castilla, El Mundo de Castilla y León, Televisión Castilla y León, Rome Reports y trabajado la comunicación corporativa en Burson Cohn & Wolfe. También ha escrito sobre grandes campeonatos de atletismo en Somos Olímpicos, Vavel o Foroatletismo y ha intervenido en la IAAF Global Running Conference en Lanzhou (China).
Con una trayectoria de más de una década en el oficio, lleva desde 2019 vinculado a Runner's World, Men's Health y Women's Health en Hearst Magazines y escribiendo sobre actualidad del atletismo de competición, carreras populares, triatlón, trail running, olimpismo aunque a veces también le ha tirado al ciclismo, la escalada, la vela, la natación, el tenis, el piragüismo, el judo, el snowboard…o cualquier cosa que tenga hueco en los Juegos Olímpicos (que no Olimpiadas).