Un día de 2013, Alex Schwazer atendía una clase de 'Medicina del deporte' en la Universidad de Innsbruck, en Austria. Tenía 28 años, había trabajado ese verano de camarero y se sentía como un pez fuera del agua, rodeado de chavales a los que sacaba 10 años, una década perdida que él había pasado lejos de las aulas. Propiedades de las patatas. Y a ilustrarlo con fotos. Salió Lance Armstrong, salieron otros, y en un momento, sintió la necesidad de levantarse, girarse delante de todos y aclarar en voz alta "ese soy yo".
Términos de uso. Schwazer acababa de cruzar la meta de 'El Nido' y ganar el oro en los 50 kilómetros marcha de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 y todavía, bandera italiana a la espalda, tendría tiempo para llorar de emoción por su triunfo después de pensar en retirarse por un dolor en los tibiales y para proclamar delante del micrófono de la RAI que él jugaba limpio, y los reanálisis de las muestras de entonces no le niegan.
Schwazer, nacido 24 años atrás, en 1984, en Vipiteno, provincia de Bolzano, en el Tirol fronterizo con Austria, donde el italiano se habla con acento alemán, era solo un épico marchador que venía de acumular dos bronces mundiales en Helsinki 2005 y Osaka 2007, cuando el oro se le escapó por una estrategia conservadora, por guardarse demasiadas fuerzas y permitir que se le escaparan dos rivales. No le iba a suceder en Pekín, donde llegó a la cima y saltó a la fama. Entonces salía con la patinadora Carolina Kostner, que luego también sería medallista olímpica, y no había revista, televisión o fiesta que no quisiera contar con la feliz pareja de triunfadores.
El día que Schwarzer decidió doparse
Entre tanta farándula, Schwazer llegó agotado al Mundial de Berlín 2009 y se retiró. Daba igual. Se sentía el mejor. Y por eso cuando al año siguiente en el Europeo de Barcelona ganó la medalla de plata, la tiró a la basura. Aquello no le valía. Le ganó un ruso, Stanislav Yemelianov. En 2011, en el Mundial de Daegu, en Corea del Sur, se bajó a los 20km marcha y no se acercó al podio. Los dos primeros, otros dos rusos: Valeri Borchin y Vladimir Kanaikin. Todos acabaron perdiendo las medallas. Pero eso fue más tarde. Allí, Schwazer les preguntó cuál era la receta del éxito. "Entrenamiento, dieta, vitaminas y dopaje", le soltaron sin ruborizarse. Y el italiano sintió una inmensa rabia, y entendió que tenía que hacer lo que para sus rivales era normal.
Schwazer probó a comprar testosterona por Internet, pero no notó nada, así que a espaldas de su familia y de su novia, a los que les dijo que estaría en una concentración en Roma, se cogió un vuelo hasta Antalya (Turquía) para comprar eritropoyetina, la famosa EPO que había introducido en el deporte, y especialmente en el ciclismo de finales de los 80 y los 90, otro italiano, el doctor Francesco Conconi.
Cuando se plantó en Turquía, Schwazer ya conocía a Conconi porque su entonces entrenador, Sandro Damilano, gemelo de Maurizio Damilano, tres veces medallista olímpico en marcha en los 80, le había llevado a verlo. Y también a Michele Ferrari, discípulo de Conconi, ese que comparaba la EPO con el zumo de naranja: solo era peligrosa si te tomabas diez litros. Ferrari, el hombre que empezó a tratar a Lance Armstrong después de superar su cáncer y le transformó en un ciclista invencible, le dijo a Schwazer que él no necesitaba doparse, que le vio ganar en Pekín y caminaba sobrado.
En esa duda, si Schwazer había abrazado las trampas de la mano de Coconi y Ferrari antes de Pekín o, si como dice, no se dopó hasta 2011, solo y sin decírselo a nadie, reside la primera duda del documental 'Alex Schwazer: Marcha por la redención' que hace unas semanas estrenó Netflix en cuatro capítulos de casi una hora. Esa incertidumbre es solo la punta del iceberg de un relato que se enrevesa una y otra vez hasta convertirse en Schwazer era un hombre arrepentido y.
Donati, de detractor a entrenador
Porque sí, Schwazer dio positivo unos meses después, en la víspera de los Juegos Olímpicos de Londres, y no solo reconoció haberse dopado al instante y entre lágrimas en una rueda de prensa, algo poco habitual entre deportistas tramposos, sino que lo sintió como una liberación, porque se sentía rodeado, y un día cargó de piedras su mochila y se fue a un lago con la intención de ahogarse.
En sus maniobras de escapismo de los vampiros, arrastró además a Kostner, que terminó sancionada 16 meses por encubrimiento y cortando con él, y tras pagar casi cuatro años de sanción, esos en los que fue camarero y universitario, en 2015 Schwazer empezó a entrenar en Roma con Sandro Donati, el que había sido uno de sus mayores detractores, un entrenador que en los años 80 fue expulsado de la Federación Italiana de Atletismo (Fidal) por negarse a obligar a sus atletas a someterse a transfusiones de sangre y meterse anabolizantes y esteroides.
La rutina del exatleta Juan Carlos Higuero dispuesto a todo para ganarse la confianza de Donati y demostrarle su inocencia, y se entregó a la causa accediendo a ser controlado todos los días a cualquier hora por su propio entrenador. Pero su nuevo entrenador, tan obsesionado con la honestidad y la limpieza, iba a arrastrarle sin querer a la perdición.
La conspiración contra Schwazer
Donati no solo había denunciado el dopaje en Italia, también trampas como la de la final del salto de longitud del Mundial de Roma 1987, cuando los italianos tramaron una trampa para trucar la medición de Giovanni Evangelisti y darle la medalla de bronce que luego le quitaron, así que no había hecho muchos amigos. De hecho, en los años 90 manipularon una muestra de una de sus atletas, la vallista Anna Maria di Terlizzi, para que diera positivo por cafeína.
El veterano entrenador había molestado a otro peso pesado de World Athletics, la federación internacional, el también italiano Giuseppe Fischetto, responsable del antidopaje, ya que Donati había revelado una base de datos del ordenador de Fischetto con 12.000 pruebas de atletas de todo el mundo y centenares de perfiles hemáticos anómalos, especialmente de los rusos, lo que dio lugar al informe McLaren y a la suspensión de Rusia del atletismo en 2015. Pero hasta entonces, World Athletics no había movido ficha con esa información, y el presidente Lamine Diack, ya fallecido, fue condenado años después a prisión por recibir sobornos de Rusia para ocultar positivos.
Publicidad - Sigue leyendo debajo y contra el médico de la Fidal, Pierluigi Fiorella, por animarle a consumir EPO antes de los Juegos de Londres, y ese mismo día se ordenó, para dos semanas después, el control antidopaje que despertó todas las sospechas de una conspiración contra él. Ocurrió el 1 de enero de 2016, un día anómalo para hacer tests, ya que la muestra no podría llegar hasta el día 2 al laboratorio de Colonia, en Alemania. Según cuenta el marchador en el documental, 24 horas antes, en Nochevieja, habían intentado forzarle el coche que había dejado aparcado mientras entrenaba.
Es solo uno de los muchos indicios que llevan a pensar que Schwazer se dopó antes de los Juegos de Londres, pero no ese 1 de enero de 2016. El primer análisis de la muestra de orina detectó epitestosterona, testosterona no producida por el organismo, en un nivel 3,46, en los márgenes de hasta 4 que se consideran normales. En el laboratorio no se alertaron: el atleta podría tener el nivel alto después de una posible ingesta de alcohol en Nochevieja.
Sin embargo, a World Athletics eso no le valió y pidió más reanálisis, hasta que consiguió el positivo, que no comunicó al atleta hasta junio. Salud y lesiones. El 8 de mayo ganó la prueba de 50km marcha del Mundial por equipos de Roma, donde su regreso era la gran atracción. Allí estaba Sebastian Coe, que había sido vicepresidente de Diack, y ya gobernaba World Athletics, y allí un juez le dijo, según su testimonio, que dejara ganar al australiano Jared Tallent, que a él no le querían.
Schwazer recibió la noticia del positivo como un mazazo. Faltaba un mes para los Juegos Olímpicos de Río, y a su primer recurso no le iban a contestar hasta que faltaran pocas horas para la prueba de 50 kilómetros marcha. Viajó hasta Brasil con la esperanza del que se sabe inocente, pero no hubo piedad: le cayeron ocho años por reincidente.
El asunto entró entonces en una larguísima pelea judicial durante la que Schwarzer se olvidó de la marcha, pero consiguió que le dieran la razón en las sospechas de conspiración. uno de los mayores culebrones de la historia del dopaje, que instruyó el caso, realizó varias pruebas periciales con el ADN del atleta y la comparación con datos de otros deportistas de élite y concluyó que las muestras extraídas a Schwazer aquel 1 de enero fueron alteradas para que diera positivo "y así conseguir la suspensión y el descrédito tanto del atleta como de su entrenador, Sandro Donati", y acusó también a World Athletics y a la Agencia Mundial Antidopaje de obstruir el procedimiento por su lentitud al entregar las muestras a la justicia.
"Cuanto más me adentro en esta historia, más comprendo por qué Donati tenía miedo. Había entrado en un mundo que en cierta manera se parecía al mundo del que me había ocupado yo, donde si uno habla se le considera un infame, y si uno sigue hablando, se le considera un peligro a eliminar", dice Attilio Bolzoni, reputado periodista italiano experto en la mafia, en el documental de Netflix.
Mientras, Schwazer, tramposo antes de Londres, y víctima después, fue absuelto por la justicia ordinaria italiana pero sigue castigado por la deportiva hasta el 7 de julio de 2024. Entonces, ya no le dará tiempo a conseguir la clasificación para los Juegos Olímpicos de París, que comienzan tres semanas después, y a los que llegaría al borde de los 40 años.
"Si no me hubiera entrenado Sandro Donati, no habría dado positivo, pero tampoco habría vuelto a competir, ni a sentir el placer de sentirme atleta&Mejores sustitutos del azúcar.
Ismael Pérez es periodista experto en atletismo y deporte olímpico. Se enganchó en los Juegos Olímpicos en Atenas 2004 y desde entonces es feliz siguiendo competiciones desde la tribuna de prensa, hablando con los deportistas, siguiéndolos en las redes sociales y contando historias, aunque también saliendo con la bicicleta o saltando en un concierto.
Estudió la Licenciatura de Periodismo en la Universidad de Valladolid y tiene un Máster en Periodismo y Comunicación Digital en la EAE Business School de Madrid. Ha vivido en Turín y Roma y ha cubierto actualidad de todo tipo en El Norte de Castilla, El Mundo de Castilla y León, Televisión Castilla y León, Rome Reports y trabajado la comunicación corporativa en Burson Cohn & Wolfe. También ha escrito sobre grandes campeonatos de atletismo en Somos Olímpicos, Vavel o Foroatletismo y ha intervenido en la IAAF Global Running Conference en Lanzhou (China).
Con una trayectoria de más de una década en el oficio, lleva desde 2019 vinculado a Runner's World, Men's Health y Women's Health en Hearst Magazines y escribiendo sobre actualidad del atletismo de competición, carreras populares, triatlón, trail running, olimpismo aunque a veces también le ha tirado al ciclismo, la escalada, la vela, la natación, el tenis, el piragüismo, el judo, el snowboard…o cualquier cosa que tenga hueco en los Juegos Olímpicos (que no Olimpiadas).