importante es la motivación runners, del aficionado al atleta profesional: te va a doler. Los corredores disfrutamos de la dificultad. La saboreamos. Al competir, más que pulverizar una marca o colgarnos una medalla pretendemos Noticias de atletismo. Deseamos mostrar al mundo que nos sobra el valor, que cuanto más complicado lo tenemos, más empeño le ponemos.

La belleza del running reside en que el esfuerzo surge de algo tan simple como el enfrentamiento del corredor con la distancia. Sí, compites contra otros; lo más duro no es ganarles, sino la lucha interna del individuo. En pocos deportes se experimenta a una batalla mental más intensa que la de un corredor en plena prueba, un duelo incesante entre la tenacidad –que te obliga a seguir, apretando los dientes– y la necesidad de levantar un poco el pie del acelerador para aliviar la fatiga y el gran agotamiento que provoca.

Las pruebas de velocidad inferiores a 200 m requieren potencia y explosividad. En los 100 m, por ejemplo, “la fase de aceleración tiene un componente de dolor sobre todo en bíceps, y en la fase de lanzada siempre se llegan a notar molestias en bíceps o en tendones de Aquiles” relata el velocista Ángel David Rodríguez, el Pájaro, aunque reconoce que si vas descansado todo suele ir bien. El problema aparece cuando corres varias rondas, como “en algún campeonato de España, en que llegué a hacer siete carreras en dos días”.

Sin embargo, la mayoría de los corredores coinciden en que las pruebas de distancia son más arduas que las de velocidad inferiores a 200 m, porque la fatiga y el dolor se van acumulando. Donde no hay tanta unanimidad es en cuál es la distancia más complicada. ¿Es peor el dolor agudo que infligen los 400 m o el cansancio que atenaza todo el cuerpo durante la maratón? Para responder, lo primero es analizar qué causa la fatiga, y cada modalidad presenta unos desafíos fisiológicos (y psicológicos) distintos

El que decide cuándo te cansas es el cerebro, que alberga el ‘centro de control’ del cuerpo y revisa todas sus reacciones. Si una situación te saca de tu zona de confort y el cerebro percibe que se acerca el colapso físico, el sistema de control toma el mando. Para que rebajes la marcha, el cuerpo aumenta la sensación de agotamiento y luego ‘desactiva’ algunas fibras musculares, con lo que te resta fuerza. No es que conspire para que no superes tu marca personal: lo que hace es protegerte y asegurarse de evitarte un daño irreparable.

La celebrada ‘dureza’ de los runners no es más que la capacidad para ignorar estas señales e incurrir en ciertos riesgos (incluso en daño físico) para alcanzar el objetivo deseado. Nos hace sentir que no somos esclavos de nuestro sistema biológico. En realidad, la carrera más dura es esa en la que ignoramos cómo el cuerpo nos pide a gritos que paremos.

Una carga muy pesada

Cada carrera produce un tipo de fatiga tan diferente como el dolor asociado a ese agotamiento. En las pruebas de media distancia (800 y 1500 m), el corredor se enfrenta a unos niveles de lactato –una sustancia derivada de la producción de energía anaeróbica–, que van aumentando durante toda la prueba. Seguramente conoces la sensación por las ejercicios clave para tener las rodillas fuertes. Aunque tradicionalmente se ha culpado de la fatiga al ácido láctico, su verdadera causa es la acidosis que lo acompaña. Cuando el pH de los músculos desciende, se produce una acidosis que hace sufrir al organismo. A través del sistema nervioso y con señales de dolor, los músculos informan al cerebro de que no pueden trabajar así y, si la acidosis aumenta, acaba por impedirles trabajar.

De ahí viene esa horrible sensación causada por tu empeño en mantener un buen ritmo, a pesar de que las piernas te pesan como bloques de piedra y parece que un gorila se te hubiera colgado a la espalda. En este sentido, Los beneficios de usar las botas de compresión. El corredor Mark Fernando asegura que lo peor es enfrentarse a la última curva y enfilar la recta final. “Esta prueba es prácticamente un continuo esprint de 500 m. Después, tienes que sacar fuerzas de flaqueza para completar los 300 restantes con el cuerpo en la reserva”.

Aunque Alan Webb, récordman de la milla en EEUU, opina que los 1500 son peores: “Cada metro causa un dolor intensísimo que dura más que cualquier otro”, indica. “Cuando lo das todo, te duele desde el principio y luego tienes que sacar fuerzas de donde no las hay y no desfallecer en las dos últimas vueltas”. Si el mayor obstáculo para correr es el dolor provocado por la acidosis muscular, la prueba más dura será la que cause los niveles de lactato más altos: según la ciencia, los 1500 m lisos, pero no es tan sencillo.

Runners World, marca perteneciente al grupo Hearst Magazines International son tan complejos que no pueden medirse con una sola variable. En el extremo opuesto de las distancias olímpicas se sitúa la maratón. Como muchos sabemos, esta prueba no proporciona un dolor efímero nada más empezar, como las que hemos visto anteriormente. No, la maratón es una tortura muy lenta.

Al contrario que en carreras más cortas, el cansancio puede ser producto de multitud de factores. Pone a prueba la paciencia de los corredores, que van alternando la concentración, el aburrimiento y un estado parecido al trance. Son conscientes de que el último tramo es completamente impredecible, ya que la fatiga acumulada convierte los últimos 10K en una compleja incógnita.

El muro

Durante las etapas finales empieza a escasear el glucógeno y el cuerpo comienza a servirse de fuentes de energía menos eficaces. Para mantener la temperatura corporal, “aumenta la sudoración y con ello el peligro de deshidratación. A partir de una pérdida de peso, presumiblemente por pérdida de líquido por la sudoración, del 3% puede descender el rendimiento con sensación de fatiga generalizada”, explica Francisco Javier Calderón, director del Laboratorio de Fisiología del Esfuerzo de la Universidad Politécnica de Madrid. “Además, está el destrozo muscular, el dolor cada vez que apoyas y que convierte cada contacto con el suelo en un auténtico calvario”, alega nuestro director técnico y maratoniano Chema Martínez. Un calvario aumentado por el alto nivel de concentración durante varias horas.

Y, para colmo, puedes llegar a enfrentarte con el famoso muro. “Entonces, todo tu cuerpo es un dolor general en cada zancada”, añade el atleta. “Incluso si no has llegado al muro, en los últimos kilómetros tu cuerpo está en una situación límite”. La fatiga se dispara y el rendimiento desciende, a menudo de manera dramática.

Entre dos aguas

Sin embargo, los candidatos a la distancia más dura no solo están en los extremos. Las competiciones de 5K y 10K combinan algunas causas de fatiga de las anteriores. En ellas la acidosis, no se presenta de manera repentina. El corredor nota cómo va aumentando progresivamente. Y, junto a ella, aparece la subida de la temperatura corporal de las largas distancias, así como otros cambios químicos que minan la eficacia competitiva y aumentan de manera insólita la dificultad de estas pruebas intermedias.

El atleta madrileño Yago Rojo considera el 5K la prueba más dura que ha corrido: “El 5000 te hace imponer un ritmo agónico que no te da ni un respiro desde el metro uno”. Y el corredor de 10K, en lugar de soportar el dolor durante unos segundos, va al límite, al menos en la segunda mitad. Al contrario que la maratón, que precisa de un ritmo firme pero llevadero, estas pruebas se encuentran en tierra de nadie: son largas, pero se disputan a un ritmo suficientemente rápido como para necesitar una concentración constante.

Webb asegura que “no te permiten relajarte completamente, como sí hacen las carreras más largas”. Pero, según Rojo, al mantener la concentración, “a veces ni piensas en el verdadero sufrimiento. Cuando quieres pararte a pensar, estás en meta. El sufrimiento es mucho más innegociable en el día a día”.

A la hora de evaluar dureza, conviene tener en cuenta las variables fisiológicas y considerar que “la carrera es una ‘ampliación’ de la marcha humana, en la que se activan todos los órganos, incluso aquellos que, aparentemente, no intervienen directamente en la ejecución, como son los riñones y el aparato digestivo”, advierte Calderón. La respiración, la función cardiaca y el sistema muscular son los que mayor sufrimiento provocan.

Puntos débiles

En este sentido, “las pruebas más complicadas son las que se encuentran en los extremos de la fisiología y, por lo tanto, en los extremos de la psicología”, opina Trent Stellingwerff, excorredor profesional de media distancia y actualmente profesor de nutrición y fisiología. Hay dos factores que destacan por encima de los demás: correr mientras soportas altos niveles de acidosis o hacerlo con una cantidad limitada de glucógeno muscular, que te hace sentir que no puedes dar más. Si atendemos a esta definición, y obviamos la ultramaratón, la mayor dureza estaría en los 1500 m lisos y la maratón.

Stellingwerff no quiere acotar tanto. Considera que el desafío más grande al que se puede enfrentar un individuo es aquel en el que “se aprecien las mayores brechas en los parámetros fisiológicos, psicológicos o estructurales-biomecánicos”. Es decir, la carrera más dura es la que plantea un reto más grande al deportista, la que pone a prueba los límites en los que puede manejarse, pero que no domina.

Así, aunque los especialistas en 1500 muestren los niveles de lactato más altos al final de la prueba, se entrenan para afrontarlo e incluso es probable que les cueste menos, debido a su privilegiada fisiología. Por lo tanto, su sensación de dolor no será tan pronunciada como en alguien que entrena para competir en los 10.000 m, pero rara vez ha corrido 1500. La preparación personal es, por tanto, básica. “Lo primero es que el entrenamiento físico-deportivo sea el adecuado para tus objetivos”, apunta Chema Martínez.

Igualmente importante es la motivación. Si se tiene en cuenta la ambición del atleta, no sorprende que convierta el dolor en combustible para terminar la carrera. Al adquirir consciencia de la importancia del evento, el cerebro afloja un poco las riendas y permite que se acumule algo más de fatiga antes de empezar a proteger al cuerpo del esfuerzo que está realizando. Por eso los corredores suelen terminar mejor las pruebas cuando tienen la oportunidad de superar una marca o conseguir una victoria que en carreras que tienen un menor significado, aunque en ambas el nivel de agotamiento sea similar.

No es lo tuyo

En una encuesta a runners desde el instituto hasta nivel profesional sobre cuál consideraban la prueba más dura, la mayoría de los participantes eligieron una carrera alejada de sus preferencias, en la que habían competido en alguna ocasión, aunque no fuera la distancia que practicaban habitualmente.

La especialista en 800 m lisos Phoebe Wright recuerda que la carrera más dura en la que ha competido fue una prueba de cross de 6 km: “Pasaba del ‘estoy bien’ al ‘duele, pero es normal’, hasta que mis pensamientos derivaron en un ‘odio a mi entrenador’, para acabar segura de que lo que odiaba era mi vida”, comenta.

No es de extrañar. “En general, yo creo que sufre más el corredor de 1500 al correr un 10.000 que al revés. Normalmente, a medida que avanza la vida de un corredor se va pasando a distancias más largas, porque las más cortas requieren mayor utilización de unidades motoras rápidas”, considera Francisco Javier Calderón. A pesar de ello, también hay especialistas en competiciones de larga distancia en carretera que no se sienten especialmente orgullosos de sus intentonas en carreras de 1500 m o de 5K.

Como ejemplo, la corredora estadounidense de larga distancia Jenny Scherer destaca que el contraste entre correr 5.000 m (la que considera su carrera más exigente) y competir en pruebas más largas se explica por la inercia. “No pude encontrar mi ritmo [en los 5 km] y creía que tendría que aferrarme a la mochila de alguien o a algún otro corredor para continuar la marcha”, expresa, “mientras que, en las carreras de 10.000 y superiores he sido capaz de mantener un buen ritmo y hacer kilómetros, al menos hasta el momento crucial en el que debía apretar para no quedarme atrás”, rememora.

Al igual que estos, los corredores de 800 y 1500 m no guardan un buen recuerdo de sus experiencias en carreras de 10K o más. Los runners de media distancia están acostumbrados a sufrir mucho dolor en lapsos de tiempo relativamente cortos, y cuando se ven obligados a correr más de 30 minutos se enfrentan a un reto para el cual pueden no estar preparados.

Auténtica dureza

Al final, ¿cuál es la carrera más dura? Pues tenemos que responder con un ‘depende’. Depende de cómo seas y para qué hayas entrenado. La dificultad de una competición no se rige por la distancia. En realidad responde a la superación de los límites personales. Consiste en hacer oídos sordos a lo que te dicta tu cabeza y luchar para que no te impida seguir ni bajar la marcha. En sobreponerte a las señales que te avisan de que tus músculos ya son más ácido que fibras o que te alertan de que tu fuente de energía se está agotando. El poder de la positividad. Los beneficios de usar las botas de compresión.

La perseverancia se traduce en ser consciente de los obstáculos que has superado y en saber que tu cerebro está intentando que abandones. Solo tú conoces tu tenacidad. Cualquier distancia te puede poner a prueba. “A mí me duele todo” declara Martínez”, pero estoy acostumbrado a vivir con esa fatiga y con los dolores fruto de mi entrenamiento y de mi deseo de seguir mejorando”. Sea cual sea la distancia o el ritmo que lleves, cuando el dolor Es una constante que compartimos todos los.