- Ragna Debats Londres experimentará con tres carreras de 10K
- En 2019, Debats ganó el Maratón des Sables y un mes después se llevó la Transvulcania
Cualquier plan en la naturaleza, la desconexión tecnológica y la vida en familia componen el puzzle de Ragna Debats (Ooij, Países Bajos, 1979). Asegura que su felicidad radica en los sentimientos puros, las conversaciones honestas y una comida de calidad, preferentemente rodeada de los suyos.
Junto al también atleta Pere Aurell y Onna, la hija que tienen en común, la holandesa ha construido la vida que anhelaba cuando llegó a Valencia, bien entrada en la veintena, para completar su formación universitaria a través del programa Erasmus. Durante aquel año en España empezó a barruntar un giro de 180 grados, aunque aquello implicase romper definitivamente con el desafío que le había movido desde niña. Su gran ilusión siempre había sido competir en unos Juegos Olímpicos. Se quedó cerca.
La infancia y la juventud de Ragna Debats estuvieron ligadas a la hípica. "Con seis años empecé a montar caballos jóvenes", recuerda en una entrevista a EFE. "Dediqué muchos años de mi vida a montar y con 19 me fui a Alemania para estudiar en una escuela de hípica y dedicarme profesionalmente a ser entrenadora de doma clásica y salto. Entrené, competí y me especialicé. Llegué incluso a entrenar a un caballo olímpico, aunque yo no lo monté en los Juegos; sin dinero y sin poder es prácticamente imposible llegar a conseguirlo", lamenta.
A través de los estudios de filología hispánica y alemana, Ragna intentó reorientar su vida lejos de la hípica, frustrada por sentir que en esa disciplina "no es el mejor el que está arriba sino el que tiene más poder y más dinero". "Y, normalmente, la gente normal, como yo, no dispone de eso. Asumí que, sin una persona detrás, no iba a llegar a donde podría llegar", relata.
Aquellos meses en Valencia supusieron para ella "un escape total". Confiesa que durante esa etapa reunió el valor "para decidir no seguir con la hípica". De hecho, cuando volvió a Inglaterra para acabar su formación académica, terminó de encauzar su nueva vida. "Ya sabía que me iba a mudar a Cataluña, para empezar una etapa nueva", puntualiza.
Una nueva vida en Tarragona
Decidió empezar de cero en la localidad de Xerta, en la provincia de Tarragona. Tenía ya 28 años y en cierto modo le recomía la decepción por ver paralizada su evolución en el mundo de la hípica. Ocurrió, sin embargo, que ante sus ojos se abrió una ventana de ilusión.
"Conocí a gente nueva y encontré cosas nuevas. Al principio, tenía la idea de no practicar ningún deporte. Ni de manera profesional, ni compitiendo, ni siquiera en serio. Empecé a probar el patinaje, el ciclismo en ruta, la escalada, el kayak por río... y también empecé a correr. Supongo que me adapté bien después de tantos años practicando deporte, aunque al principio, al cabo de tres kilómetros, estaba totalmente fatigada", rememora.
En el asfalto descubrió la "autosuperación" e hizo de ella "el hilo conductor" de su nueva vida. "En diez años, ese hilo me ha llevado de correr tres kilómetros a ganar todo lo que se puede ganar en el 'trail running'", reflexiona. Fue campeona del mundo en 2018, casi sin pretenderlo. "Nunca me ha movido la rivalidad sino la búsqueda de mi mejor 'yo'", subraya.
Su pasión por la montaña nació de manera casual. Le ofrecieron un dorsal para una carrera de 23 kilómetros y 1.200 metros de desnivel positivo, que completó apoyándose en su bagaje sobre el asfalto. "Correr me daba la sensación de fatiga que realmente estaba buscando, porque la había conocido en mi vida anterior. Empecé a entrenar, a correr cada semana más lejos, hasta llegar a correr una media maratón en llano", declara.
"Después, empecé a buscar otros retos de ir hacia arriba porque yo vivía al lado de la montaña. Sin correr por senderos, pero sí con diferencia de altitud. En esa primera carrera disfruté muchísimo de las sensaciones y de los estímulos de la montaña. Me destrocé mucho también", bromea.
De 3 kilómetros a 100 millas
En esa prueba sitúa el origen de su pasión por correr por la montaña, un hábitat ya habitual para la holandesa. Su entrenador, Rafa Flores, la ha acompañado en todo este periplo por distancias cortas y largas, carreras de un día, por etapas y en autosuficiencia. "Me queda una cosa por cumplir, una carrera de 100 millas importante", abunda.
No son, en todo caso, los grandes desafíos competitivos los que la motivan. No al menos únicamente. Ragna Debats es una gran campeona, con un marcado carácter familiar. "El año pasado empecé un proyecto de vida, Rolling Mountains, junto a mi pareja Pere Aurell y mi hija Onna. El concepto es viajar a todos los continentes, estar un mínimo de 6 u 8 semanas en cada uno y vivir una auténtica aventura juntos, adaptándonos a diferentes climas y culturas. Se trata de un reto personal en familia, que convertimos en un reto deportivo porque aprovechamos para correr una 'ultra trail'", explica.
El estallido de la pandemia les pilló en Sudamérica. Hicieron de una playa de Costa Rica su refugio mientras en España se desataba el estado de alarma y el confinamiento domiciliario. "Esa experiencia es inolvidable, muy especial; tanto para Onna y Pere, como para mí", dice Ragna Debats al recordar aquellos días en los que el proyecto adquirió más significado que nunca.
"Creo que nosotros tres demostramos que se pueden compartir cosas en familia. Yo siento que no hay que dejar a los niños con los abuelos u otras personas, sino animarlos a vivir las experiencias con los padres. En ese sentido, estoy segura de que nuestra forma de vivir es una enseñanza para Onna. Eso no quiere decir que ella vaya a seguir nuestras pasiones, pero seguro que va a seguir las suyas, sean las que sean", apunta.
Una amante de la vida en España
La pasión de Ragna Debats está ligada a la naturaleza y a la forma de vivir en España. "Estoy muy contenta de vivir en este país y bajo esta cultura y de poder disfrutar sin tener que enfocarme solamente en mi trabajo. España me ha dado la oportunidad de disfrutar de la familia, la comida, la compañía y de hacer actividades. Estoy muy feliz aquí", manifiesta.
Con ese mismo mantra, la neerlandesa intenta adaptarse a la incertidumbre que cierne sobre el deporte en tiempos de pandemia. "Hemos hecho una planificación, pero no está cerrada del todo porque es un año complicado y no sabemos qué carreras van a hacerse y cuáles no", lamenta.
"En estas fechas, por ejemplo, tendría que participar en la Patagonia Run, pero se anuló. Teníamos todo pagado y no podremos recuperar el dinero. Es un golpe a nivel financiero, pero sobre todo a nivel mental. Eso afecta a la ilusión y a la motivación para seguir entrenando, por eso tienes que ser flexible y adaptarte a las condiciones de cada momento. Gestionar nuestro proyecto mientras siga presente la pandemia de covid-19 será un desafío en sí", remarca.
Para 2021 tiene en mente el reto de correr unas 100 millas. ¿Será en la UTMB? "No necesariamente", opina. Será en el entorno del Mont Blanc o donde se pueda hacer.