Yoshimori Fukui, conservador del archivo de zapatillas Asics en la sede de la compañía en Kobe (Japón), parece por momentos un bibliotecario que tiene respuesta para cualquier cuestión relacionada con los preciados bienes que le rodean. Cuesta creer que no sea el guardián de un santuario. “Cada zapatilla de nuestra colección, sea del tipo que sea, es un reflejo de la personalidad del señor Onitsuka”, refiere Fukui recordando a Kihachiro Onitsuka, fundador de la firma y padre del movimiento mundial en el que se ha convertido el running.

“Siento un gran honor por llevar a cabo este trabajo”, asegura. Con más de 30 años de experiencia en la compañía, Fukui, impasible, escucha mi petición. Normalmente, los archivos reciben visitas de grupos de empleados de Asics, anteriormente Tiger, contratados recientemente o de diseñadores que acuden para coger ideas de cara a crear un nuevo calzado. Este interés de un medio occidental abre un nuevo horizonte.

Fukui inclina brevemente la cabeza y dibuja una ligera reverencia para introducirse en un sótano sin ventanas, dejando a un lado una pared que exhibe ejemplares de las series GT, Kayano y Gel-Lyte, los buques insignia y modelos más vendidos por Asics desde la década de los 80. Enfrente del muro en el que se encuentran las zapatillas de más reciente fabricación está la cámara que alberga las más antiguas, aquellas con un gran significado histórico.

Fukui abre una pesada puerta, como las que normalmente protegen bancos y museos. Al ingresar en el espacio, el conservador parece un sumiller tratando de hallar un excepcional vino. Inspecciona los estantes, ordenados con disciplina, repletos de cajas de cartón apiladas desde el suelo hasta el techo. Al final baja uno de los recipientes hasta posarlo en la mesa de exposición que hay en el centro de la habitación. Fukui descubre un par de zapatillas planas de pista Tiger Runspark.

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El azul real del nailon de la parte superior aún mantiene su vívido atractivo, como también lo hace la intersección del par de líneas curvas blancas, el distintivo logo creado por Onitsuka hace medio siglo. Sin embargo, el paso del tiempo está provocando que la suela y la entresuela estén empezando a descamarse y perder su color, lo que le otorga al par una pátina de reliquia.

Un oro olímpico

“Las zapatillas de Lasse Virén”, anuncia Fukui, “las que utilizó para conseguir la medalla de oro en los 10.000 m de los Juegos Olímpicos de Montreal de 1976”. Efectúa una pausa para que podamos apreciar el valor de sus palabras y prosigue. “Son las zapatillas sobre las que Virén pidió a Onitsuka que trabajase la noche anterior a la carrera. Las que Virén exhibió durante la vuelta de honor que sucedió a la victoria”, sentencia. Cuando los Juegos de Montreal tuvieron lugar, Onitsuka, que falleció en 2007 a los 89 años debido a un fallo cardiaco, se encontraba en el mejor momento de su carrera profesional. El boom mundial del running había comenzado y las zapatillas de Onitsuka Tiger eran las preferidas tanto por atletas de élite como por aquellos que corrían por placer.

La primera guía de calzado para correr de Runner’s World, publicada en 1967, otorgó el primer puesto de zapatillas de entrenamiento a las El corredor de fondo finlandés por su amortiguación en forma de cuña y su revolucionaria entresuela de gomaespuma. Por su parte, las Tiger Marathon, modelo con el cual el antiguo editor de RW Amby Burfoot ganó el maratón de Boston de 1968, fueron nombradas el mejor zapato de competición. “Fue uno de los primeros calzados de carreras parecidos a los que tenemos hoy”, declaró Burfoot unos años después.

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Tras Montreal, y en pleno auge del running ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1976.

En 1971, una guía de zapatillas de esta revista basada en las preferencias de los lectores reveló que más del 60% de los encuestados corrían con zapatillas de la marca Tiger. Hacia la mitad de aquella década la popularidad de la firma había crecido gracias al boca a boca de una manera que reflejaba el estilo del director de la compañía. Las zapatillas de Onitsuka, las Tiger, se convirtieron en un símbolo del auge del running. Si tenías un par, eras miembro de la comunidad.

La moda alcanzó su cenit en 1977 cuando Jim Fixx, autor del superventas Las zapatillas personalizadas Tiger Runspark con las que el atleta Lasse Viren, lució en la portada un par de El poder de la positividad, unas zapatillas de carreras de un llamativo color rojo. Al aparecer sin calcetines sobre una improvisada cinta, el calzado parecía una elegante extensión de sus vigorosas piernas. La imagen captaba la esencia de un deporte que había evolucionado hasta convertirse en un movimiento cultural. Aunque la suerte sonreía a Onitsuka en los Juegos Olímpicos de 1976, también tuvo que enfrentarse a un exigente reto.

La pistola de masaje que vuela en Amazon El reloj que triunfa entre los corredores expertos, era por entonces una pequeña compañía de Oregón que se había encargado de la distribución de los modelos de Tiger en EEUU desde 1960. Unos años después, la firma norteamericana salió victoriosa de una demanda por la cual un juez le concedió el derecho a vender las Tiger Cortez, el calzado de entrenamiento más popular del mercado, bajo el nombre de Nike. Onitsuka consideró tal contratiempo como una oportunidad para reforzar la posición de su marca.

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Zapatillas del archivo de Asics en Japón.

El corredor de fondo finlandés Lasse Virén, que había ganado la medalla de oro en las pruebas de 5.000 y 10.000 m en los Juegos de Múnich celebrados en 1972 con unas zapatillas Adidas, buscaba repetir los resultados en Montreal, esta vez sobre unas Tiger. Sin embargo, la noche anterior a la carrera de 10.000 m Virén pidió a Onitsuka que realizase algunos ajustes en el talón y que redujera el peso de la zapatilla.

Faltaban horas para el pistoletazo de salida, pero el japonés respondió sin vacilar. “De eso se trata”, escribió en su autobiografía, My Personal History. “Independientemente de la dificultad que acarree la tarea, tienes que adaptarte y continuar. Ese es el secreto del liderazgo. Es un conocimiento que no tiene precio”, afirmó. Tras convocar a todo un equipo de diseñadores en su habitación del hotel, Onitsuka trabajó toda la noche.

“Al principio de su carrera, sus manos eran su principal herramienta”, explica Shinji Senda, jefe de la división de calzado de running de alto rendimiento de Asics, durante una entrevista en las oficinas centrales de Kobe. “Sin embargo, a esas alturas, en 1976, se encargaba principalmente de orientar a otros diseñadores. Por encima de todo, Onitsuka era un pensador”, concluye.

Un pulpo en la zapatilla

Su primera idea germinó en 1947 en la forma de un innovador diseño para unas zapatillas de baloncesto. A sus 30 años y tras haber sido oficial del Ejército Imperial Japonés, le movía la certeza de que el deporte podía ayudar a reconstruir una nación asolada por la Segunda Guerra Mundial. Por eso creó el negocio de fabricación de zapatillas deportivas Onitsuka Tiger, que en ese momento consistía en él mismo, dos empleados, un escritorio y un teléfono. Un día, mientras cenaba una ensalada de pulpo y pepino, observó un trozo de pulpo que se aferraba al plato. Inmediatamente le abordó una visión. ¿Por qué no emplear ventosas que imitaran la succión de los tentáculos del pulpo en las suelas de las zapatillas de baloncesto? La genial idea fue muy similar a la que tuvo Bill Bowerman al dar forma a la suela de gofre de Nike.

El joven emprendedor hubo de dormir en bancos de estaciones de tren al no poder permitirse el alojamiento en ninguna ciudad, preguntó en comisarías la dirección de las tiendas de productos de deporte y dedicó horas y horas a tratar de convencer a entrenadores de los lejanos gimnasios que visitaba. Al fin, después de una exhaustiva campaña de ventas de la que era el único representante, las zapatillas de baloncesto de Onitsuka resultaron todo un éxito.

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Las zapatillas personalizadas Tiger Marathon Tabi (1953) que diseñó el Onitsuka para correr maratones y que están inspiradas en el calcetín tradicional japonés tabi.

Gracias a la suela de goma inspirada en los tentáculos de los pulpos, los equipos japoneses de instituto empezaron a ganar campeonatos y la marca Tiger comenzó a ver cómo crecía su reputación. Unos años después, Onitsuka decidió diseñar una zapatilla para correr maratones, una modalidad deportiva que en aquel momento no gozaba de fama excesiva en el resto del mundo, a pesar del respeto que cosechaba en Japón.

No acostumbraba a correr, por lo que Onitsuka abordó el desafío desde la perspectiva de un principiante. Comprendió que el principal problema referente al calzado al que los corredores tenían que hacer frente era la formación de ampollas en torno a los 20 km de la prueba, que hacían que al final de los 42 km y 195 m sus pies estuvieran completamente hechos polvo. Los participantes se mostraban muy pesimistas y se rendían sin remedio a que las lesiones formasen parte necesariamente del dolor producido por el maratón.

Sin embargo, Onitsuka no pensaba de esa manera. Se preguntó qué era exactamente una ampolla y, para hallar una respuesta, acudió a un médico que le explicó que era lo mismo que una quemadura, fruto de la respuesta del sistema inmune a un área afectada por un calor intenso. Al conocer el origen del problema, el creador de Tiger no cesó de darle vueltas, día y noche, consciente e inconscientemente, creando un hábito que no perdería durante el resto de su carrera. Podemos imaginar a Onitsuka meditando sobre las ampollas mientras viaja en un taxi, observando ausente las calles de Kobe, un lugar que cinco años después de la guerra seguía siendo reconstruido.

De oficial a cervecero

Durante los últimos meses del conflicto, los bombarderos americanos llevaron a cabo 55 misiones sobre la ciudad. El 17 de marzo de 1945, más de 300 B-29 dejaron caer bombas incendiarias que mataron a casi 9.000 civiles y destrozaron más de un millón de hogares. En aquel momento, Onitsuka, un oficial de rango medio del Ejército, estaba destinado en Tokio, donde realizaba labores de supervisión en la construcción de una fortaleza que hiciera las veces de búnker cuando el emperador Hirohito, ante la esperada invasión terrestre por parte de los aliados, se resguardase allí. Las bombas atómicas que asolaron Hiroshima y Nagasaki pusieron fin de manera abrupta al proyecto.

Al dejar el Ejército y volver a Kobe tras la guerra, Onitsuka se encontró con una ciudad tan devastada como Hiroshima. Mucho peor que el daño físico fueron la angustia psicológica y la desolación moral. La devoción al emperador sostuvo al país mientras sufría los sinsabores de la contienda, pero en la derrota el único código por el que regirse fue una salvaje ética de supervivencia. Debido a la acuciante necesidad, Onitsuka consiguió un trabajo ilegal en el mercado negro ayudando a una taberna a vender cerveza de contrabando a los soldados americanos de las fuerzas de ocupación.

Aunque una enfermedad pulmonar crónica (que posteriormente evolucionaría hasta convertirse en una tuberculosis que a punto estuvo de acabar con su vida) le mantuvo alejado del frente, el empresario nipón tuvo que soportar unas condiciones brutales durante su servicio en el Ejército Imperial. Para el entrenamiento básico, sin ir más lejos, fue asignado a una unidad ecuestre.

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La oficina de Onitsuka fue transformada en un cuidado espacio de homenaje al fundador de Asics. A la derecha, interior del sótano en el que se encuentra el archivo de Asics.

“El adiestramiento de los reclutas novatos era terriblemente severo”, relataba en sus memorias. “Cada uno de nosotros debíamos limpiar las pezuñas de nuestro propio caballo a una hora temprana. Nuestro trabajo era evaluado por un soldado experimentado y, si apreciaba algo de estiércol en las pezuñas, nos ordenaba quitarlo con la lengua”, recordaba. Templado por semejante entrenamiento, asaltado por la culpa al no poder combatir y decidido a honrar la memoria de los camaradas que habían caído, Onitsuka abandonó en cuanto pudo el lucrativo negocio clandestino de la cerveza.

Kohei Hori, amigo y excombatiente, le descubrió los ideales que forjaron el carácter de Pierre de Coubertin, el fundador de los Juegos Olímpicos modernos. Fue entonces cuando descubrió que los mejores atletas viven conforme a un código: seguir las reglas, jugar limpio, dar lo mejor de sí mismos, trabajar siempre por el bien del equipo y entrenar y practicar continuamente. Onitsuka se había topado con un credo que, creía, podía ayudarle a ocupar el vacío de integridad que sentía y levantar el ánimo de la desmoralizada juventud japonesa.

Pronto llegó a la conclusión de que cualquier deporte precisaba de un buen par de zapatillas y él tenía la energía, la motivación y la habilidad comercial para darles forma. Kobe, una ciudad portuaria con una industria del caucho en plena recuperación, le ofrecía buenas posibilidades de transporte y abundantes materias primas. Así las cosas, y a pesar de la falta de capital y de experiencia empresarial, el joven decidió seguir el consejo de su amigo Hori y se embarcó en el negocio de las zapatillas deportivas.

Cómo evitar las ampollas

Iba Onitsuka recorriendo las calles de la ciudad en un taxi, con los pensamientos centrados en el caucho, la lona y los cordones e intentando saber cómo crear un calzado de maratón que evitase la aparición de ampollas, cuando de repente percibió una vibración y vapor ondulante emanando del capó.

“¡Agua! ¡Eso es!”. De nuevo un destello de inspiración le hizo comprender que debía refrigerar las zapatillas de maratón. A diferencia de las de baloncesto, con su suela de ventosas, las Juegos Olímpicos de Montreal de 1976 que diseñó eran pesadas y concentraban una gran cantidad de líquido, pero él permaneció impertérrito. Sabía que tenía que existir una manera de ventilar el calzado y atemperar las rozaduras de los pies. Y pensó en el aire.

Onitsuka estudió la mecánica de los maratonianos, con especial empeño en el momento en el que el pie contactaba con el suelo. A partir de ahí desarrolló las publicada en 1967, otorgó el primer puesto de zapatillas de entrenamiento a las, inspiradas en el tradicional calcetín japonés tabi, que separa el dedo gordo del resto. El creador aplicó unos agujeros de ventilación en el empeine, mientras que las suelas de goma expulsaban el aire al pisar y lo cogían al levantar de nuevo la extremidad. Mantenía así el pie a una temperatura agradable y evitaba la formación de ampollas.

En el maratón de Boston de 1951, uno de los primeros eventos deportivos internacionales abiertos a los atletas japoneses tras la guerra, el superviviente del ataque a Hiroshima Shigeki Tanaka calzó unas Términos de uso para hacerse con la victoria con una marca de 2:27:45 h. En 1963, su compatriota Tooru Terasawa, con una versión mejorada de las mismas, estableció el récord mundial en el maratón Yoshimori Fukui, conservador del archivo de.

Cuatro años después, en el maratón de Fukuoka, el australiano Derek Clayton calzó también unas Tiger para fijar un nuevo récord mundial en 2:09:36 h, la primera vez que alguien terminaba un maratón en menos de 2:10 h. Y llegó aquella olímpica noche de 1976, en la que Onitsuka y su equipo trabajaron duro durante horas para rasurar dos milímetros la suela de las Runspark de Lasse Virén y ajustar el talón para que el finlandés tuviera una confianza absoluta en las zapatillas.

Un gesto para la historia

Al día siguiente, frente a los más de 70.000 espectadores que abarrotaban las gradas del Estadio Olímpico de Montreal, Virén se hizo con la medalla de oro en los 10.000 m. Al finalizar, se quitó las zapatillas y las levantó, triunfante, por encima de su cabeza mientras daba la vuelta al estadio en un gesto que parecía a la vez promocional y ecuménico. El Comité Olímpico Internacional desaprobó la conducta de Virén por constituir una violación de las reglas de los Juegos, que impedían realizar ningún tipo de acción promocional.

Como resultado, el corredor europeo fue descalificado de la final de la prueba de 5.000 m, aunque poco después el COI dio marcha atrás en su decisión. Virén volvió a ganar y consiguió dos oros olímpicos. Los jueces dejaron sin efecto la penalización atendiendo a la creíble, pero irónica defensa de Virén dada la historia de las zapatillas Onitsuka Tiger: aseguró que se las había quitado porque ¡le había salido una ampolla!

fundador de la firma y padre del movimiento mundial en el que se ha convertido el running, Onitsuka Kihachiro puso su compañía a disposición del corredor. En 1977 fusionó Tiger con dos empresas de equipamiento y vestimenta deportiva para formar Asics (acrónimo de anima sana in corpore sano). La nueva compañía se centró en la elaboración de zapatillas de entrenamiento de primera calidad. El objetivo era que los corredores vieran en el producto una compra fiable y una marca en la que poder confiar durante toda su actividad deportiva.